Explicación, estudio y comentario bíblico de Juan 4:3-24 verso por verso
dejó Judea y se fue otra vez a Galilea.
Le era necesario pasar por Samaria
así que llegó a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca del campo que Jacob había dado a su hijo José.
Estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era como el mediodía.
Vino una mujer de Samaria para sacar agua, y Jesús le dijo: — Dame de beber.
Pues los discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer.
Entonces la mujer samaritana le dijo: — ¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, siendo yo una mujer samaritana? — porque los judíos no se tratan con los samaritanos —.
Respondió Jesús y le dijo: — Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le hubieras pedido a él y él te habría dado agua viva.
La mujer le dijo: — Señor, no tienes con qué sacar y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?
¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob quien nos dio este pozo y quien bebió de él, y también sus hijos y su ganado?
Respondió Jesús y le dijo: — Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed.
Pero cualquiera que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
La mujer le dijo: — Señor, dame esta agua para que no tenga sed ni venga más acá a sacarla.
Jesús le dijo: — Ve, llama a tu marido y ven acá.
Respondió la mujer y le dijo: — No tengo marido. Le dijo Jesús: — Bien has dicho: “No tengo marido”
porque cinco maridos has tenido, y el que tienes ahora no es tu marido. Esto has dicho con verdad.
Le dijo la mujer: — Señor, veo que tú eres profeta.
Nuestros padres adoraron en este monte, y ustedes dicen que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar.
Jesús le dijo: — Créeme, mujer, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre.
Ustedes adoran lo que no saben; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvación procede de los judíos.
Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca a tales que lo adoren.
Dios es espíritu; y es necesario que los que le adoran, lo adoren en espíritu y en verdad.