Explicación, estudio y comentario bíblico de Juan 4:31-54 verso por verso
Mientras tanto, los discípulos le rogaban diciendo: — Rabí, come.
Pero les dijo: — Yo tengo una comida para comer que ustedes no saben.
Entonces sus discípulos se decían el uno al otro: — ¿Acaso alguien le habrá traído algo de comer?
Jesús les dijo: — Mi comida es que yo haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra.
¿No dicen ustedes: “Todavía faltan cuatro meses para que llegue la siega”? He aquí les digo: ¡Alcen sus ojos y miren los campos que ya están blancos para la siega!
El que siega recibe salario y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra y el que siega se gocen juntos.
Porque en esto es verdadero el dicho: “Uno es el que siembra y otro es el que siega”.
Yo los he enviado a segar lo que ustedes no han labrado. Otros han labrado, y ustedes han entrado en sus labores.
Muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él a causa de la palabra de la mujer que daba testimonio diciendo: “Me dijo todo lo que he hecho”.
Entonces, cuando los samaritanos vinieron a él rogándole que se quedara con ellos, se quedó allí dos días.
Y muchos más creyeron a causa de su palabra.
Ellos decían a la mujer: — Ya no creemos a causa de la palabra tuya, porque nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo.
Pasados los dos días salió de allí para Galilea
porque Jesús mismo dio testimonio de que un profeta no tiene honra en su propia tierra.
Luego, cuando entró en Galilea, los galileos lo recibieron ya que habían visto cuántas cosas había hecho en Jerusalén en la fiesta; porque ellos también habían ido a la fiesta.
Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea donde había convertido el agua en vino. Había un oficial del rey cuyo hijo estaba enfermo en Capernaúm.
Cuando este oyó que Jesús había salido de Judea y estaba presente en Galilea, fue a él y le rogaba que descendiera y sanara a su hijo porque estaba a punto de morir.
Entonces Jesús le dijo: — A menos que vean señales y prodigios, jamás creerán.
El oficial del rey le dijo: — Señor, desciende antes que muera mi hijo.
Jesús le dijo: — Ve, tu hijo vive. El hombre creyó la palabra que Jesús le dijo y se puso en camino.
Mientras todavía descendía, sus siervos salieron a recibirlo diciendo que su hijo vivía.
Entonces él les preguntó la hora en que comenzó a mejorarse, y le dijeron: — Ayer a la una de la tarde le dejó la fiebre.
El padre entonces entendió que era aquella hora cuando Jesús le había dicho: “Tu hijo vive”. Y creyó él con toda su casa.
También hizo Jesús esta segunda señal cuando vino de Judea a Galilea.