Explicación, estudio y comentario bíblico de Juan 6:37-64 verso por verso
Todo lo que el Padre me da vendrá a mí; y al que a mí viene jamás lo echaré fuera.
Porque yo he descendido del cielo no para hacer la voluntad mía sino la voluntad del que me envió.
Y esta es la voluntad del que me envió: que yo no pierda nada de todo lo que me ha dado, sino que lo resucite en el día final.
Esta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que mira al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y que yo lo resucite en el día final.
Entonces los judíos murmuraban de él porque había dicho: “Yo soy el pan que descendió del cielo”.
Y decían: — ¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo es que ahora dice: “He descendido del cielo”?
Jesús respondió y les dijo: — No murmuren más entre ustedes.
Nadie puede venir a mí a menos que el Padre que me envió lo traiga; y yo lo resucitaré en el día final.
Está escrito en los Profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que todo aquel que oye y aprende del Padre viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, sino que aquel que proviene de Dios, este ha visto al Padre.
De cierto, de cierto les digo: El que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de vida.
Sus padres comieron el maná en el desierto y murieron.
Este es el pan que desciende del cielo para que el que coma de él no muera.
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré por la vida del mundo es mi carne.
Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: — ¿Cómo puede este darnos a comer su carne?
Y Jesús les dijo: — De cierto, de cierto les digo que si no comen la carne del Hijo del Hombre y beben su sangre, no tienen vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final.
Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él.
Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, de la misma manera el que me come también vivirá por mí.
Este es el pan que descendió del cielo. No como los padres que comieron y murieron; el que come de este pan vivirá para siempre.
Estas cosas dijo en la sinagoga cuando enseñaba en Capernaúm.
Entonces, al oírlo, muchos de sus discípulos dijeron: — Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?
Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: — ¿Esto los escandaliza?
¿Y si vieran al Hijo del Hombre subir a donde estaba primero?
El Espíritu es el que da vida; la carne no aprovecha para nada. Las palabras que yo les he hablado son espíritu y son vida.
Pero hay entre ustedes algunos que no creen. Pues desde el principio Jesús sabía quiénes eran los que no creían y quién le había de entregar,