Explicación, estudio y comentario bíblico de Juan 9:8-43 verso por verso
Entonces los vecinos y los que antes lo habían visto que era mendigo decían: — ¿No es este el que se sentaba para mendigar?
Unos decían: — Este es. Y otros: — No. Pero se parece a él. Él decía: — Yo soy.
Entonces le decían: — ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?
Él respondió: — El hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos y me dijo: “Ve a Siloé y lávate”. Entonces, cuando fui y me lavé, recibí la vista.
Y le dijeron: — ¿Dónde está él? Él dijo: — No sé.
Llevaron ante los fariseos al que antes era ciego,
porque el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos era sábado.
Entonces los fariseos le volvieron a preguntar de qué manera había recibido la vista, y les dijo: — Él me puso lodo sobre los ojos, me lavé y veo.
Entonces algunos de los fariseos decían: — Este hombre no es de Dios porque no guarda el sábado. Pero otros decían: — ¿Cómo puede un hombre pecador hacer tales señales? Había una división entre ellos.
Entonces volvieron a hablar al ciego: — ¿Qué dices tú de él, puesto que te abrió los ojos? Y él dijo: — Que es profeta.
Los judíos, pues, no creían que él había sido ciego y que había recibido la vista hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista
y les preguntaron diciendo: — ¿Es este su hijo, el que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?
Respondieron sus padres y dijeron: — Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego.
Pero cómo ve ahora, no sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Edad tiene; pregúntenle a él y él hablará por su cuenta.
Sus padres dijeron esto porque tenían miedo de los judíos, porque ya los judíos habían acordado que si alguno confesaba que Jesús era el Cristo fuera expulsado de la sinagoga.
Por esta razón dijeron sus padres: “Edad tiene; pregúntenle a él”.
Así que, por segunda vez, llamaron al hombre que había sido ciego y le dijeron: — ¡Da gloria a Dios! Nosotros sabemos que este hombre es pecador.
Entonces él respondió: — Si es pecador, no lo sé. Una cosa sé: que, habiendo sido ciego, ahora veo.
Luego le dijeron: — ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?
Les contestó: — Ya les dije y no escucharon. ¿Por qué lo quieren oír otra vez? ¿Acaso quieren también ustedes hacerse sus discípulos?
Entonces lo ultrajaron y dijeron: — ¡Tú eres discípulo de él! ¡Pero nosotros somos discípulos de Moisés!
Nosotros sabemos que Dios ha hablado por Moisés, pero este no sabemos de dónde sea.
Respondió el hombre y les dijo: — ¡Pues en esto sí tenemos una cosa maravillosa! Que ustedes no sepan de dónde es, y a mí me abrió los ojos.
Sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguien es temeroso de Dios y hace su voluntad, a ese oye.
Desde la eternidad nunca se oyó que alguien abriera los ojos de uno que había nacido ciego.
Si este no procediera de Dios, no podría hacer nada.
Le contestaron diciendo: — Tú naciste sumido en pecado, ¿y tú quieres enseñarnos a nosotros? Y lo echaron fuera.
Jesús oyó que lo habían echado fuera y, cuando lo halló, le dijo: — ¿Crees tú en el Hijo del Hombre?.
Él respondió y dijo: — Señor, ¿quién es para que yo crea en él?
Jesús le dijo: — Lo has visto, y el que habla contigo, él es.
Y dijo: — ¡Creo, Señor! Y lo adoró.
Y dijo Jesús: — Para juicio yo he venido a este mundo; para que vean los que no ven, y los que ven sean hechos ciegos.
Al oír esto, algunos de los fariseos que estaban con él le dijeron: — ¿Acaso somos nosotros también ciegos?
Les dijo Jesús: — Si fueran ciegos no tendrían pecado; pero ahora, porque dicen: “Vemos”, su pecado permanece.