Explicación, estudio y comentario bíblico de Judas 1:8-65 verso por verso
De la misma manera, también estos soñadores mancillan la carne, rechazan toda autoridad y maldicen las potestades superiores.
Pero ni aun el arcángel Miguel, cuando contendía disputando con el diablo sobre el cuerpo de Moisés, se atrevió a pronunciar un juicio de maldición contra él sino que dijo: “El Señor te reprenda”.
Pero estos maldicen lo que no conocen; y en lo que por instinto comprenden, se corrompen como animales irracionales.
¡Ay de ellos! Porque han seguido el camino de Caín; por recompensa se lanzaron en el error de Balaam y perecieron en la insurrección de Coré.
Estos que participan en las comidas fraternales de ustedes son manchas, apacentándose a sí mismos sin temor alguno. Son nubes sin agua llevadas de acá para allá por los vientos. Son árboles marchitos como en otoño, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados.
Son fieras olas del mar que arrojan la espuma de sus propias abominaciones. Son estrellas errantes para las cuales está reservada para siempre la profunda oscuridad de las tinieblas.
Acerca de los mismos también profetizó Enoc, séptimo después de Adán, diciendo: “He aquí, el Señor vino entre sus santos millares
para hacer juicio contra todos y declarar convicta a toda persona respecto a todas sus obras de impiedad que ellos han hecho impíamente, y respecto a todas las duras palabras que los pecadores impíos han hablado contra él”.
Estos se quejan de todo y todo lo critican, andando según sus propios malos deseos. Su boca habla arrogancias, adulando a las personas para sacar provecho.
Pero ustedes, amados, acuérdense de las palabras que antes han sido dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo;
porque ellos les decían: “En los últimos tiempos habrá burladores que andarán según sus propias pasiones, como impíos que son”.
Estos son los que causan divisiones. Son sensuales y no tienen al Espíritu.
Pero ustedes, oh amados, edificándose sobre la santísima fe de ustedes y orando en el Espíritu Santo,
consérvense en el amor de Dios, aguardando con esperanza la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna.
De algunos que vacilan tengan misericordia;
a otros hagan salvos arrebatándolos del fuego; y a otros ténganles misericordia, pero con cautela, odiando hasta la ropa contaminada por su carne.
Y a aquel que es poderoso para guardarlos sin caída y para presentarlos irreprensibles delante de su gloria con grande alegría;
al único Dios, nuestro Salvador por medio de Jesucristo nuestro Señor, sea la gloria, la majestad, el dominio y la autoridad desde antes de todos los siglos, ahora y por todos los siglos. Amén.