Explicación, estudio y comentario bíblico de Jueces 18:13-26 verso por verso
De allí pasaron a la región montañosa de Efraín y llegaron hasta la casa de Micaías.
Entonces intervinieron aquellos cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra de Lais, y dijeron a sus hermanos: — ¿Saben que en estas casas hay un efod, ídolos domésticos y una imagen tallada y de fundición? Ahora pues, ustedes saben lo que han de hacer.
Entonces se acercaron allí, llegaron a la casa del joven levita, en casa de Micaías, y lo saludaron deseándole paz.
Los seiscientos hombres de los hijos de Dan, ceñidos con sus armas de guerra, estaban a la entrada de la puerta.
Mientras el sacerdote estaba a la entrada de la puerta con los seiscientos hombres ceñidos con sus armas de guerra, los cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra subieron, entraron allí y tomaron la imagen tallada y de fundición, el efod y los ídolos domésticos.
Y cuando entraron estos hombres en la casa de Micaías, y tomaron la imagen tallada y de fundición, el efod y los ídolos domésticos, el sacerdote les preguntó: — ¿Qué están haciendo?
Ellos le respondieron: — ¡Cállate! Pon la mano sobre tu boca, vente con nosotros y sé para nosotros como padre y sacerdote. ¿Es mejor que seas sacerdote de la casa de un solo hombre, o que seas sacerdote de una tribu y de un clan de Israel?
Se alegró el corazón del sacerdote; y tomó el efod, los ídolos domésticos y la imagen tallada, y se fue en medio de aquella gente.
Ellos se volvieron y partieron, poniendo delante de ellos a los niños, el ganado y las posesiones.
Cuando ya se habían alejado de la casa de Micaías, los hombres que habitaban en las casas cercanas a la casa de Micaías fueron convocados y alcanzaron a los hijos de Dan.
Entonces gritaron a los hijos de Dan, quienes volvieron la cara y preguntaron a Micaías: — ¿Qué te pasa que has convocado gente?
Él respondió: — ¡Tomaron mis dioses que yo hice y al sacerdote y se fueron! ¿Qué más me queda? ¿Por qué, pues, me preguntan: “¿Qué te pasa?”.
Los hijos de Dan le dijeron: — ¡Que no se oiga tu voz entre nosotros! No sea que los de ánimo colérico los acometan, y pierdas también tu vida y la vida de los de tu familia.
Los hijos de Dan prosiguieron su camino. Y viendo Micaías que ellos eran más fuertes que él, se volvió y regresó a su casa.