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“Los que cabalgan sobre asnas blancas, los que se sientan sobre tapices y los que van por el camino, consideren
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la voz de los que cantan junto a los abrevaderos, donde recitan los justos hechos del SEÑOR, los justos hechos de sus aldeanos que moran a campo abierto en Israel. Entonces descendió a las puertas el pueblo del SEÑOR.
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“¡Despierta, despierta, oh Débora! ¡Despierta, despierta! ¡Entona un cántico! ¡Levántate, oh Barac! ¡Lleva tus cautivos, oh hijo de Abinoam!
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Entonces descendió el remanente de los poderosos, y el pueblo del SEÑOR vino a mí con los valientes.
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“De Efraín vinieron algunos cuyas raíces estaban en Amalec; detrás viniste tú, oh Benjamín, con tu pueblo; de Maquir descendieron los jefes; de Zabulón vinieron los que llevan la vara de mando.
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Los jefes de Isacar fueron con Débora. Así como Barac, también fue Isacar. Fue traído tras él en el valle. “En las divisiones de Rubén hubo grandes deliberaciones del corazón.
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¿Por qué te recostaste entre las alforjas para escuchar los balidos de los rebaños? ¡En las divisiones de Rubén hubo grandes deliberaciones del corazón!
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“Galaad se quedó al otro lado del Jordán. Y Dan, ¿por qué se quedó junto a los navíos? También Aser se mantuvo en la costa del mar, y se quedó habitando en sus bahías.
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“Zabulón es el pueblo que expuso su vida hasta la muerte; Neftalí también, en las alturas del campo.
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“Vinieron los reyes y combatieron; entonces combatieron los reyes de Canaán en Taanac, junto a las aguas de Meguido, ¡pero no se llevaron botín de plata!
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“Desde los cielos combatieron las estrellas; desde sus órbitas combatieron contra Sísara.
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El torrente de Quisón los arrastró, el antiguo torrente, el torrente de Quisón. ¡Marcha, oh alma mía, con poder!
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Entonces resonaron los cascos de los caballos, por el continuo galope de sus corceles.
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“‘¡Maldigan a Meroz!’, dijo el ángel del SEÑOR. ‘Maldigan severamente a sus moradores porque no vinieron en ayuda del SEÑOR, en ayuda del SEÑOR con los valientes’.
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“¡Bendita entre las mujeres sea Jael, mujer de Heber el queneo. Sea bendita entre las mujeres que habitan en tiendas.
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Él pidió agua, y ella le dio leche; en taza de nobles le sirvió nata.
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Con su mano tomó la estaca, y con su derecha el mazo de obrero. Golpeó a Sísara, machacó su cabeza, perforó y atravesó su sien.
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A los pies de ella se encorvó y cayó; quedó tendido. A los pies de ella se encorvó y cayó. Donde se encorvó, allí cayó extenuado.
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“La madre de Sísara se asoma a la ventana, y mirando por la celosía dice a gritos: ‘¿Por qué tarda su carro en venir? ¿Por qué se detienen las ruedas de sus carros?’.