Explicación, estudio y comentario bíblico de Jueces 7:1-14 verso por verso
Jerobaal (es decir, Gedeón) se levantó muy de mañana con todo el pueblo que estaba con él, y acamparon junto al manantial de Harod. El campamento de los madianitas estaba al norte del suyo, cerca de la colina de Moré, en el valle.
Y el SEÑOR dijo a Gedeón: — El pueblo que está contigo es demasiado numeroso para que yo entregue a los madianitas en su mano. No sea que Israel se jacte contra mí diciendo: “Mi propia mano me ha librado”.
Ahora pues, pregona a oídos del pueblo y di: “¡Quien tema y tiemble, que se vuelva!”. Entonces Gedeón los probó, y se volvieron veintidós mil de ellos, y se quedaron diez mil.
Pero el SEÑOR dijo a Gedeón: — El pueblo aún es demasiado numeroso. Hazlos descender a las aguas y allí te los probaré. Del que yo te diga: “Este irá contigo”, ese irá contigo; pero de cualquiera que yo te diga: “Este no irá contigo”, el tal no irá.
Entonces hizo descender el pueblo a las aguas, y el SEÑOR dijo a Gedeón: — A todo el que lama el agua con su lengua, como lame el perro, lo pondrás aparte. Asimismo, a cualquiera que se doble sobre sus rodillas para beber.
El número de los hombres que lamieron el agua, llevándola a su boca con la mano, fue de trescientos. Todo el resto del pueblo se dobló sobre sus rodillas para beber agua.
Entonces el SEÑOR dijo a Gedeón: — Con los trescientos hombres que lamieron el agua los libraré y entregaré a los madianitas en tu mano. El resto del pueblo, que se vaya cada uno a su lugar.
Tomaron en sus manos las provisiones del pueblo y las cornetas. Y él despidió a todos aquellos hombres de Israel, cada uno a su morada; pero retuvo a los trescientos hombres. El campamento de Madián estaba abajo, en el valle.
Aconteció que aquella noche el SEÑOR le dijo: — Levántate y desciende contra el campamento, porque yo lo he entregado en tu mano.
Y si tienes miedo de descender, desciende al campamento tú con tu criado Fura,
y oirás lo que conversan. Luego tus manos se fortalecerán, y descenderás contra el campamento. Entonces descendió él con su criado Fura hasta uno de los puestos avanzados de la gente armada del campamento.
Los madianitas, los amalequitas y todos los hijos del oriente se extendían por el valle, numerosos como langostas. Sus camellos eran incontables, numerosos como la arena que está a la orilla del mar.
Y cuando llegó Gedeón, he aquí que un hombre estaba contando un sueño a su compañero y decía: — He aquí, he tenido un sueño. Veía un pan de cebada que rodaba hasta el campamento de Madián. Llegó hasta la tienda, y la golpeó de tal manera que cayó. Le dio la vuelta de arriba abajo y la tienda cayó.
Su compañero respondió y dijo: — ¡Esto no es otra cosa que la espada de Gedeón hijo de Joás, hombre de Israel! ¡Dios ha entregado en su mano a los madianitas con todo el campamento!