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Determinó el SEÑOR destruir el muro de la hija de Sion. Extendió el cordel; no retrajo su mano de destruir. Ha envuelto en luto el antemuro y el muro; a una fueron derribados.
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Se hundieron sus puertas en la tierra; él destruyó y rompió sus cerrojos. Su rey y sus príncipes están entre las naciones. ¡Ya no hay ley!Tampoco sus profetas han encontrado visión de parte del SEÑOR.
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Se sentaron en tierra y quedaron en silencio los ancianos de la hija de Sion. Echaron polvo sobre su cabeza, y se vistieron de cilicio. Bajaron su cabeza a tierra las vírgenes de Jerusalén.
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Se agotan mis ojos a causa de las lágrimas; mis entrañas hierven.Mi corazón se derrama por tierra a causa de la ruina de la hija de mi pueblo, mientras el niño pequeño y el que mama desfallecen en las calles de la ciudad.
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A sus madres dicen: “¿Dónde están el trigo y el vino?”, mientras desfallecen como heridos en las calles de la ciudad, mientras derraman sus vidas en el regazo de sus madres.
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¿A qué te compararé?. ¿A qué te haré semejante, oh hija de Jerusalén? ¿A qué te haré igual a fin de consolarte, oh virgen hija de Sion? Porque grande como el mar es tu quebranto. ¿Quién te podrá sanar?
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Tus profetas vieron para ti visiones vanas y sin valor. No expusieron tu pecado para así evitar tu cautividad, sino que vieron para ti visiones proféticas vanas y engañosas.
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Aplaudían contra ti todos los que pasaban por el camino. Silbaban y sacudían su cabeza ante la hija de Jerusalén, diciendo: “¿Es esta la ciudad de la cual decían que era perfecta en hermosura, el gozo de toda la tierra?”.
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Abrían su boca contra ti todos tus enemigos. Silbaban y rechinaban los dientes diciendo: “¡La hemos destruido! Ciertamente este es el día que esperábamos; ¡lo hemos alcanzado, lo hemos visto!”.
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