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Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo de su indignación.
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Él me ha guiado y conducido en tinieblas y no en luz.
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Ciertamente todo el día ha vuelto y revuelto su mano contra mí.
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Ha consumido mi carne y mi piel; ha quebrantado mis huesos.
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Edificó contra mí; me rodeó de amargura y de duro trabajo.
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En tinieblas me hizo habitar, como los muertos de antaño.
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Me bloquea por todos lados, de modo que no puedo salir; ha hecho pesadas mis cadenas.
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Aun cuando grito y pido auxilio cierra sus oídos a mi oración.
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Ha bloqueado mis caminos con piedras labradas; ha torcido mis senderos.
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Como un oso que acecha fue para mí, como un león en escondrijos.
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Mis caminos torció, me rompió en pedazos y me dejó desolado.
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Entesó su arco y me puso como blanco de la flecha.
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Hizo penetrar en mis entrañas las flechas de su aljaba.
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Fui objeto de burla para todo mi pueblo; todo el día he sido su canción.
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Me llenó de amarguras y me empapó con ajenjo.
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Quebró mis dientes con cascajo; me pisoteó en la ceniza.
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Ha sido privada mi alma de la paz; me he olvidado de la felicidad.
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Pensé: “Ha perecido mi fortaleza y mi esperanza en el SEÑOR”.
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Acuérdate de mi aflicción y de mi desamparo, del ajenjo y de la amargura.
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Lo recordará, ciertamente, mi alma y será abatida dentro de mí.
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Esto haré volver a mi corazón, por lo cual tendré esperanza.
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Por la bondad del SEÑOR es que no somos consumidos, porque nunca decaen sus misericordias.
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Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.
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“El SEÑOR es mi porción”, ha dicho mi alma; “por eso, en él esperaré”.
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Bueno es el SEÑOR para los que en él esperan, para el alma que lo busca.
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Bueno es esperar en silencio la salvación del SEÑOR.
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Bueno le es al hombre llevar el yugo en su juventud.
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Se sentará solo y callará, porque Dios se lo ha impuesto.
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Pondrá su boca en el polvo, por si quizás haya esperanza.
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Dará la mejilla al que lo golpea; se hartará de afrentas.
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Ciertamente el Señor no desechará para siempre.
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Más bien, si él aflige, también se compadecerá según la abundancia de su misericordia.
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Porque no aflige ni entristece por gusto a los hijos del hombre.
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El aplastar bajo los pies a todos los encarcelados de la tierra,
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el apartar el derecho del hombre ante la misma presencia del Altísimo,
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el pervertir la causa del hombre, el Señor no lo aprueba.
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¿Quién será aquel que diga algo y eso ocurra, sin que el Señor lo haya mandado?
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¿Acaso de la boca del Altísimo no salen los males y el bien?
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¿Por qué se queja el hombre, el varón que vive en el pecado?
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Examinemos nuestros caminos; investiguémoslos y volvamos al SEÑOR.
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Alcemos nuestro corazón en las manos hacia Dios que está en los cielos:
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“Nosotros hemos transgredido y nos hemos rebelado, y tú no perdonaste.
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“Te cubriste de ira y nos perseguiste; mataste y no tuviste compasión.
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Te cubriste de nube para que no pasara la oración.
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Como desecho y basura, nos pusiste en medio de los pueblos.
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“Abren contra nosotros su boca todos nuestros enemigos.
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Horror y hoyo han sido nuestra suerte, desolación y ruina.
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Corrientes de agua han vertido mis ojos por la ruina de la hija de mi pueblo.
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“Mis ojos vierten lágrimas y no cesan porque no hay tregua,
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hasta que el SEÑOR observe y vea desde los cielos.
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Mis ojos causan dolor a mi alma, debido a todas las hijas de mi ciudad.
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“Ciertamente los que me odian sin motivo me cazaron como a un pájaro.
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Silenciaron mi vida en la cisterna y arrojaron una piedra sobre mí.
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Me cubrieron las aguas por encima de la cabeza; yo dije: ‘¡He sido eliminado!’.
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“Invoqué tu nombre, oh SEÑOR, desde la profunda cisterna.
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Mi voz has oído: ‘¡No escondas tu oído cuando clamo por alivio!’.
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Tú te has acercado el día en que te invoqué, y dijiste: ‘¡No temas!’.
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“Tú has abogado, oh SEÑOR, por la causa de mi alma; has redimido mi vida.
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Tú has visto, oh SEÑOR, mi opresión; defiende mi causa.
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Tú has visto toda la venganza de ellos, todos sus planes contra mí.
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“Tú has oído, oh SEÑOR, la afrenta de ellos, todas sus maquinaciones contra mí,
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los dichos de los que se levantan contra mí y sus diarias murmuraciones.
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Su sentarse y su levantarse observa; yo soy el objeto de su copla.
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“Dales, oh SEÑOR, su retribución según la obra de sus manos.
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Dales endurecimiento de corazón; venga sobre ellos tu maldición.
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Persíguelos, oh SEÑOR, en tu furor y destrúyelos debajo de tus cielos”.