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Ciertamente el Señor no desechará para siempre.
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Más bien, si él aflige, también se compadecerá según la abundancia de su misericordia.
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Porque no aflige ni entristece por gusto a los hijos del hombre.
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El aplastar bajo los pies a todos los encarcelados de la tierra,
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el apartar el derecho del hombre ante la misma presencia del Altísimo,
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el pervertir la causa del hombre, el Señor no lo aprueba.
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¿Quién será aquel que diga algo y eso ocurra, sin que el Señor lo haya mandado?
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¿Acaso de la boca del Altísimo no salen los males y el bien?
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¿Por qué se queja el hombre, el varón que vive en el pecado?
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Examinemos nuestros caminos; investiguémoslos y volvamos al SEÑOR.
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Alcemos nuestro corazón en las manos hacia Dios que está en los cielos:
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