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¿Quién será aquel que diga algo y eso ocurra, sin que el Señor lo haya mandado?
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¿Acaso de la boca del Altísimo no salen los males y el bien?
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¿Por qué se queja el hombre, el varón que vive en el pecado?
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Examinemos nuestros caminos; investiguémoslos y volvamos al SEÑOR.
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Alcemos nuestro corazón en las manos hacia Dios que está en los cielos:
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“Nosotros hemos transgredido y nos hemos rebelado, y tú no perdonaste.
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“Te cubriste de ira y nos perseguiste; mataste y no tuviste compasión.
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Te cubriste de nube para que no pasara la oración.
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Como desecho y basura, nos pusiste en medio de los pueblos.
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“Abren contra nosotros su boca todos nuestros enemigos.
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Horror y hoyo han sido nuestra suerte, desolación y ruina.
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Corrientes de agua han vertido mis ojos por la ruina de la hija de mi pueblo.
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“Mis ojos vierten lágrimas y no cesan porque no hay tregua,
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hasta que el SEÑOR observe y vea desde los cielos.
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Mis ojos causan dolor a mi alma, debido a todas las hijas de mi ciudad.