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Acuérdate, oh SEÑOR, de lo que nos ha sucedido. Mira y ve nuestro oprobio.
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Nuestra heredad ha pasado a los extraños, nuestras casas a los extranjeros.
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Estamos huérfanos; no tenemos padre; nuestras madres han quedado viudas.
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Nuestra agua bebemos por dinero; nuestra leña nos viene por precio.
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Sobre nuestros cuellos están los que nos persiguen. Nos fatigamos y para nosotros no hay reposo.
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Hacia Egipto extendimos las manos; y hacia Asiria, para saciarnos de pan.
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Nuestros padres pecaron y ya no están; nosotros cargamos con su castigo.
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Aun los esclavos se han enseñoreado de nosotros; no hubo quien nos librara de su mano.
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Con riesgo de nuestras vidas traemos nuestro pan, ante la espada del desierto.
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Nuestra piel se ha ennegrecido como un horno, a causa de los ardores del hambre.
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