Explicación, estudio y comentario bíblico de Lucas 1:32-80 verso por verso
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de su padre David.
Reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin.
Entonces María dijo al ángel: — ¿Cómo será esto? Porque yo no conozco varón.
Respondió el ángel y le dijo: — El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios.
He aquí, también tu parienta Elisabet ha concebido un hijo en su vejez. Este es el sexto mes para ella que era llamada estéril.
Porque ninguna cosa será imposible para Dios.
Entonces María dijo: — He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de ella.
En esos días se levantó María y fue de prisa a una ciudad en la región montañosa de Judá.
Entró en casa de Zacarías y saludó a Elisabet.
Aconteció que, cuando Elisabet oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre. Y Elisabet fue llena del Espíritu Santo,
y exclamó a gran voz y dijo: — ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿De dónde se me concede esto, que la madre de mi Señor venga a mí?
Porque he aquí, cuando llegó a mis oídos la voz de tu saludo, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
Bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le ha sido dicho de parte del Señor.
Y María dijo: — Engrandece mi alma al Señor;
y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador,
porque ha mirado la bajeza de su sierva. He aquí, pues, desde ahora me tendrán por bienaventurada todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho grandes cosas conmigo. Su nombre es santo,
y su misericordia es de generación en generación, para con los que le temen.
Hizo proezas con su brazo; esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
Quitó a los poderosos de sus tronos y levantó a los humildes.
A los hambrientos sació de bienes y a los ricos los despidió vacíos.
Ayudó a Israel, su siervo, para acordarse de la misericordia,
tal como habló a nuestros padres; a Abraham y a su descendencia para siempre.
Y María se quedó con ella como tres meses, y regresó a su casa.
Se cumplió para Elisabet el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz un hijo.
Los vecinos y los parientes oyeron que Dios había engrandecido su misericordia hacia ella y se regocijaron con ella.
Aconteció que, al octavo día, vinieron para circuncidar al niño, y lo llamaban con el nombre de su padre, Zacarías.
Y su madre respondiendo, dijo: — ¡No! Más bien será llamado Juan.
Y le dijeron: — No hay nadie en tu familia que se llame con este nombre.
Preguntaban por señas a su padre cómo quería llamarle.
Y, pidiendo una tablilla escribió diciendo: “Juan es su nombre”. Y todos se maravillaron.
Al instante su boca fue abierta, y se le soltó la lengua y comenzó a hablar bendiciendo a Dios.
Cayó temor sobre todos sus vecinos, y por toda la región montañosa de Judá se divulgaban todas estas cosas.
Y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo: — Pues, ¿quién será este niño? Porque ciertamente la mano del Señor estaba con él.
Zacarías, su padre, fue lleno del Espíritu Santo y profetizó diciendo:
— Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo.
Ha levantado para nosotros un Salvador poderoso en la casa de su siervo David,
tal como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde antiguo:
Salvación de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos aborrecen,
para hacer misericordia con nuestros padres y para acordarse de su santo pacto.
Este es el juramento que juró a Abraham nuestro padre, para concedernos que,
una vez rescatados de las manos de los enemigos, le sirvamos sin temor,
en santidad y en justicia delante de él todos nuestros días.
Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo porque irás delante del Señor para preparar sus caminos;
para dar a su pueblo conocimiento de salvación en el perdón de sus pecados
a causa de la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que la luz de la aurora nos visitará de lo alto;
para alumbrar a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por caminos de paz.
Y el niño crecía y se fortalecía en espíritu, y estaba en el desierto hasta el día de su manifestación a Israel.