Explicación, estudio y comentario bíblico de Lucas 12:4-42 verso por verso
“Y les digo a ustedes, mis amigos: No teman a los que matan el cuerpo y después no tienen nada peor que hacer.
Pero yo les enseñaré a quién deben temer: Teman a aquel que, después de haber dado muerte, tiene poder de echar en el infierno. Sí, les digo, a este teman.
¿No se venden cinco pajaritos por dos moneditas? Pues ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.
Pero aun los cabellos de la cabeza de ustedes están todos contados. No teman; más valen ustedes que muchos pajaritos.
“Les digo que todo aquel que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios;
pero el que me niegue delante de los hombres será negado delante de los ángeles de Dios.
A todo aquel que diga palabra en contra del Hijo del Hombre le será perdonado; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no le será perdonado.
“Cuando los lleven a las sinagogas y a los magistrados y autoridades, no estén preocupados de cómo o qué responderán, o qué habrán de decir.
Porque el Espíritu Santo les enseñará en aquella hora lo que se debe decir”.
Le dijo uno de la multitud: — Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.
Y él le dijo: — Hombre, ¿quién me ha puesto como juez o repartidor sobre ustedes?
Y les dijo: — Miren, guárdense de toda codicia, porque la vida de uno no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
Entonces les refirió una parábola, diciendo: — Las tierras de un hombre rico habían producido mucho.
Y él razonaba dentro de sí diciendo: “¿Qué haré? Porque ya no tengo dónde juntar mis productos”.
Entonces dijo: “¡Esto haré! Derribaré mis graneros y edificaré otros más grandes. Allí juntaré todo mi grano y mis bienes,
y me diré a mí mismo: Muchos bienes tienes almacenados para muchos años. Descansa, come, bebe, alégrate”.
Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta noche vienen a pedir tu vida; y lo que has provisto, ¿para quién será?”.
Así es el que hace tesoro para sí y no es rico para con Dios.
Dijo a sus discípulos: — Por tanto, les digo: No se afanen por su vida, qué han de comer; ni por su cuerpo, qué han de vestir.
La vida es más que el alimento y el cuerpo es más que el vestido.
Consideren los cuervos, que ni siembran ni siegan ni tienen almacenes ni graneros, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valen ustedes que las aves!
¿Quién de ustedes podrá, con afanarse, añadir un día a su vida?
Pues si no pueden lo que es menos, ¿por qué están afanados por lo demás?
Consideren los lirios, cómo crecen. No trabajan ni hilan; y les digo que ni aun Salomón, con toda su gloria, fue vestido como uno de ellos.
Si Dios viste así la hierba que hoy está en el campo y mañana es echada en el horno, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!
»Ustedes, pues, no busquen qué han de comer o qué han de beber, ni estén ansiosos.
Porque todas estas cosas busca la gente del mundo pero su Padre sabe que necesitan estas cosas.
Más bien, busquen su reino, y estas cosas les serán añadidas.
No teman, manada pequeña, porque a su Padre le ha placido darles el reino.
»Vendan sus bienes y den ofrendas de misericordia. Háganse bolsas que no se envejecen; un tesoro inagotable en los cielos donde no se acerca el ladrón ni la polilla destruye.
Porque donde esté el tesoro de ustedes, allí también estará su corazón.
»Estén ceñidos sus lomos y encendidas sus lámparas.
Y sean ustedes semejantes a los siervos que esperan a su señor cuando ha de volver de las bodas para que le abran al instante en que llegue y llame.
Bienaventurados aquellos siervos a quienes el señor les encuentre velando cuando llegue. De cierto les digo que se ceñirá y hará que se sienten a la mesa y, viniendo, les servirá.
Aunque venga a medianoche, y aunque venga a la madrugada, si los halla así, ¡bienaventurados aquellos siervos!
»Sepan que si el dueño de casa hubiera sabido a qué hora habría de venir el ladrón no habría permitido que forzara la entrada a su casa.
Ustedes también estén preparados, porque a la hora que no piensen vendrá el Hijo del Hombre.
Entonces Pedro le dijo: — Señor, ¿dices esta parábola para nosotros, o también para todos?
Y dijo el Señor: — ¿Quién es, pues, el mayordomo fiel y prudente a quien el señor pondrá sobre los de su casa para que les dé sus raciones a su debido tiempo?