Explicación, estudio y comentario bíblico de Lucas 14:16-42 verso por verso
Pero él le dijo: — Un hombre hizo un gran banquete e invitó a muchos.
A la hora del banquete envió a su siervo para decir a los invitados: “Vengan, porque ya está preparado”.
Pero todos a una comenzaron a disculparse. El primero dijo: “He comprado un campo y necesito salir para verlo; te ruego que me disculpes”.
El otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego que me disculpes”.
El otro dijo: “Acabo de casarme y por tanto no puedo ir”.
Cuando volvió el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces se enojó el dueño de casa y dijo a su siervo: “Ve pronto a las plazas y a las calles de la ciudad y trae acá a los pobres, a los mancos, a los ciegos y a los cojos”.
Luego dijo el siervo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste, y aún queda lugar”.
El señor dijo al siervo: “Ve por los caminos y por los callejones, y exígeles a que entren para que mi casa se llene.
Pues les digo que ninguno de aquellos hombres que fueron invitados gustará de mi banquete”.
Grandes multitudes iban con él, y él se volvió y les dijo:
“Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, madre, mujer, hijos, hermanos, hermanas y aun su propia vida, no puede ser mi discípulo.
Y cualquiera que no toma su propia cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
Porque ¿cuál de ustedes, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?
No sea que después de haber puesto los cimientos, y al no poderla terminar, todos los que la vean comiencen a burlarse de él
diciendo: ‘Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar’.
¿O qué rey, que sale a hacer guerra contra otro rey, no se sienta primero y consulta si puede salir con diez mil al encuentro del que viene con veinte mil?
De otra manera, cuando el otro rey está todavía lejos, le envía una embajada y pide condiciones de paz.
Así, pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todas las cosas que posee, no puede ser mi discípulo.
“Buena es la sal; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué será sazonada?
No es buena ni para la tierra ni para abono; por eso la arrojan fuera. Quien tiene oídos para oír, oiga”.