Explicación, estudio y comentario bíblico de Lucas 18:18-42 verso por verso
Le preguntó cierto hombre principal, diciendo: — Maestro bueno, ¿qué haré para obtener la vida eterna?
Y Jesús le dijo: — ¿Por qué me llamas “bueno”? Ninguno es bueno sino solo uno, Dios.
Tú conoces los mandamientos: No cometas adulterio, no cometas homicidio, no robes, no digas falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre.
Entonces él le dijo: — Todo esto lo he guardado desde mi juventud.
Jesús, al oírlo, le dijo: — Aún te falta una cosa: Vende todo lo que tienes y repártelo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
Entonces él, al oír estas cosas, se entristeció mucho porque era muy rico.
Jesús, al ver que se había entristecido mucho, dijo: — ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
Porque más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.
Los que oyeron esto dijeron: — ¿Y quién podrá ser salvo?
Él les dijo: — Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.
Entonces Pedro dijo: — He aquí, nosotros hemos dejado lo nuestro y te hemos seguido.
Y él les dijo: — De cierto les digo que no hay nadie que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos por causa del reino de Dios,
que no haya de recibir muchísimo más en este tiempo, y en la edad venidera la vida eterna.
Jesús, tomando a los doce, les dijo: — He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas que fueron escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre.
Porque será entregado a los gentiles, y será escarnecido, injuriado y escupido.
Después que lo hayan azotado, lo matarán; pero al tercer día resucitará.
Sin embargo, ellos no entendían nada de esto. Esta palabra les estaba encubierta, y no entendían lo que se les decía.
Aconteció, al acercarse Jesús a Jericó, que un ciego estaba sentado junto al camino mendigando.
Este, como oyó pasar a la multitud, preguntó qué era aquello.
Y le dijeron que pasaba Jesús de Nazaret.
Entonces él gritó diciendo: — ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
Los que iban delante lo reprendían para que se callara pero él clamaba con mayor insistencia: — ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
Entonces Jesús se detuvo, mandó que se lo trajeran y, cuando llegó, le preguntó
diciendo: — ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: — Señor, que yo recobre la vista.
Jesús le dijo: — Recobra la vista; tu fe te ha salvado.