Explicación, estudio y comentario bíblico de Lucas 19:22-42 verso por verso
Entonces él le dijo: ‘¡Mal siervo, por tu boca te juzgo! Sabías que yo soy hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo que no sembré.
¿Por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco para que, al venir yo, lo cobrara junto con los intereses?’.
Y dijo a los que estaban presentes: ‘Quítenle el dinero y denlo al que tiene más dinero’.
Ellos le dijeron: ‘Señor, él ya tiene mucho dinero’.
Él respondió: ‘Pues yo les digo que a todo el que tiene, le será dado; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
Pero, en cuanto a aquellos enemigos míos que no querían que yo reinara sobre ellos, tráiganlos acá y degüéllenlos en mi presencia’ ”.
Después de decir esto, iba delante subiendo a Jerusalén.
Y aconteció que, llegando cerca de Betfagé y Betania al monte que se llama de los Olivos, envió a dos discípulos,
diciendo: — Vayan a la aldea que está frente a ustedes y, cuando entren en ella, hallarán atado un borriquillo en el cual ningún hombre ha montado jamás. Desátenlo y tráiganlo.
Si alguien les pregunta: “¿Por qué lo desatan?”, le responderán así: “Porque el Señor lo necesita”.
Los que habían sido enviados fueron y hallaron como había dicho.
Cuando desataban el borriquillo, sus dueños les dijeron: — ¿Por qué desatan el borriquillo?
Y ellos dijeron: — Porque el Señor lo necesita.
Trajeron el borriquillo a Jesús y, echando sobre él sus mantos, hicieron que Jesús montara encima.
Y mientras él avanzaba, tendían sus mantos por el camino.
Cuando ya llegaba él cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto.
Ellos decían: — ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor!. ¡Paz en el cielo, y gloria en las alturas!
Entonces, algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: — Maestro, reprende a tus discípulos.
Él respondió diciéndoles: — Les digo que si estos callan, las piedras gritarán.
Cuando llegó cerca, al ver la ciudad, lloró por ella
diciendo: — ¡Oh, si conocieras tú también, por lo menos en este tu día, lo que conduce a tu paz! Pero ahora está encubierto a tus ojos.