Explicación, estudio y comentario bíblico de Lucas 23:1-31 verso por verso
Entonces, levantándose toda la multitud de ellos, lo llevaron a Pilato.
Y comenzaron a acusarlo diciendo: — Hemos hallado a este que agita a nuestra nación, prohíbe dar tributo al César y dice que él es el Cristo, un rey.
Entonces Pilato le preguntó diciendo: — ¿Eres tú el rey de los judíos? Respondiendo, le dijo: — Tú lo dices.
Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la multitud: — No hallo ningún delito en este hombre.
Pero ellos insistían diciendo: — Alborota al pueblo enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.
Entonces Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo.
Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes lo remitió a Herodes, quien también estaba en Jerusalén en aquellos días.
Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho porque hacía mucho tiempo que deseaba verle, pues había oído muchas cosas de él y tenía esperanzas de que lo vería hacer algún milagro.
Herodes le preguntaba con muchas palabras, pero Jesús no le respondió nada.
Estaban allí los principales sacerdotes y los escribas, acusándolo con vehemencia.
Pero Herodes y su corte, después de menospreciarlo y burlarse de él, lo vistieron con ropa espléndida. Y volvió a enviarlo a Pilato.
Aquel mismo día se hicieron amigos Pilato y Herodes porque antes habían estado enemistados.
Entonces Pilato convocó a los principales sacerdotes, a los magistrados y al pueblo,
y les dijo: — Me han presentado a este como persona que desvía al pueblo. He aquí, yo lo he interrogado delante de ustedes y no he hallado ningún delito en este hombre de todo aquello que lo acusan.
Tampoco Herodes, porque él nos lo remitió; y he aquí no ha hecho ninguna cosa digna de muerte.
Así que lo soltaré después de castigarle.
Pero toda la multitud dio voces a una, diciendo: — ¡Fuera con este! ¡Suéltanos a Barrabás!
Este había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad y por un homicidio.
Entonces Pilato les habló otra vez queriendo soltar a Jesús.
Pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: — ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!
Él les dijo por tercera vez: — ¿Pues qué mal ha hecho este? Ningún delito de muerte he hallado en él. Lo castigaré entonces, y lo soltaré.
Pero ellos insistían a grandes voces pidiendo que fuera crucificado. Y sus voces prevalecieron.
Entonces Pilato juzgó que se hiciera lo que ellos pedían.
Les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien ellos habían pedido, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
Y ellos, al llevarle, tomaron a un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús.
Lo seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, las cuales lloraban y se lamentaban por él.
Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: — Hijas de Jerusalén, no lloren por mí sino lloren por ustedes mismas y por sus hijos.
Porque he aquí vendrán días en que dirán: “Bienaventuradas las estériles, los vientres que no concibieron y los pechos que no criaron”.
Entonces comenzarán a decir a las montañas: “¡Caigan sobre nosotros!” y a los montes: “¡Cúbrannos!”.
Porque si con el árbol verde hacen estas cosas, ¿qué se hará con el seco?