Explicación, estudio y comentario bíblico de Lucas 24:1-42 verso por verso
Y el primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando las especias aromáticas que habían preparado.
Y hallaron removida la piedra del sepulcro;
pero al entrar no hallaron el cuerpo de Jesús.
Aconteció que, estando perplejas por esto, he aquí se pusieron de pie junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes.
Como ellas les tuvieron temor y bajaron la cara a tierra, ellos les dijeron: — ¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?
No está aquí; más bien, ha resucitado. Acuérdense de lo que les habló cuando estaba aún en Galilea,
como dijo: “Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado y resucite al tercer día”.
Entonces ellas se acordaron de sus palabras
y, volviendo del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los once y a todos los demás.
Las que dijeron estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana, María madre de Jacobo, y las demás mujeres que estaban con ellas.
Pero sus palabras les parecían a ellos locura, y no las creyeron.
Sin embargo, Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Cuando miró adentro, vio los lienzos solos y se fue a casa asombrado de lo que había sucedido.
He aquí, el mismo día, dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús que estaba como a once kilómetros de Jerusalén.
Iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido.
Sucedió que, mientras iban conversando y discutiendo el uno con el otro, el mismo Jesús se acercó e iba con ellos.
Pero sus ojos estaban velados, de manera que no lo reconocieron.
Entonces les dijo: — ¿Qué son estas cosas que discuten entre ustedes mientras caminan? Se detuvieron con semblante triste.
Y respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: — ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe las cosas que han acontecido en estos días?
Entonces él dijo: — ¿Qué cosas? Y ellos dijeron: — De Jesús de Nazaret, que era un hombre profeta, poderoso en obras y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo;
y de cómo lo entregaron los principales sacerdotes y nuestros dirigentes para ser condenado a muerte, y de cómo lo crucificaron.
Nosotros esperábamos que él fuera el que habría de redimir a Israel. Ahora, a todo esto se añade el hecho de que hoy es el tercer día desde que esto aconteció.
Además, unas mujeres de los nuestros nos han asombrado: Fueron muy temprano al sepulcro
y, al no hallar su cuerpo, regresaron diciendo que habían visto visión de ángeles, los cuales les dijeron que él está vivo.
Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron como las mujeres habían dicho, pero a él no lo vieron.
Entonces él les dijo: — ¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!
¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas y que entrara en su gloria?
Y comenzando desde Moisés y todos los Profetas, les interpretaba en todas las Escrituras lo que decían de él.
Así llegaron a la aldea a donde iban, y él hizo como que iba más adelante.
Pero ellos le insistieron diciendo: — Quédate con nosotros, porque es tarde y el día ya ha declinado. Entró, pues, para quedarse con ellos.
Y sucedió que, estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo y les dio.
Entonces fueron abiertos los ojos de ellos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se decían el uno al otro: — ¿No ardía nuestro corazón en nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos abría las Escrituras?
En la misma hora se levantaron y se volvieron a Jerusalén. Hallaron reunidos a los once y a los que estaban con ellos,
quienes decían: — ¡Verdaderamente el Señor ha resucitado y ha aparecido a Simón!
Entonces ellos contaron las cosas que les habían sucedido en el camino, y cómo se había dado a conocer a ellos al partir el pan.
Mientras hablaban estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos y les dijo: — ¡Paz a ustedes!
Entonces ellos, aterrorizados y asombrados, pensaban que veían un espíritu.
Pero él les dijo: — ¿Por qué están turbados, y por qué suben tales pensamientos a sus corazones?
Miren mis manos y mis pies, que yo mismo soy. Palpen y vean, pues un espíritu no tiene carne ni huesos como ven que yo tengo.
Al decir esto, les mostró las manos y los pies.
Y como ellos aún no lo creían por el gozo que tenían y porque estaban asombrados, les dijo: — ¿Tienen aquí algo de comer?
Entonces le dieron un pedazo de pescado asado.