Explicación, estudio y comentario bíblico de Lucas 7:1-27 verso por verso
Una vez concluidas todas sus palabras al pueblo que lo escuchaba, Jesús entró en Capernaúm.
Y el siervo de cierto centurión, a quien este tenía en mucha estima, estaba enfermo y a punto de morir.
Cuando oyó hablar de Jesús, le envió ancianos de los judíos para rogarle que fuera y sanara a su siervo.
Ellos fueron a Jesús y le rogaban con insistencia, diciéndole: — Él es digno de que le concedas esto
porque ama a nuestra nación y él mismo nos edificó la sinagoga.
Jesús fue con ellos. Y cuando ya no estaban muy lejos de su casa, el centurión le envió unos amigos para decirle: — Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo.
Por eso no me tuve por digno de ir a ti. Más bien, di la palabra y mi criado será sanado.
Porque yo también soy hombre puesto bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando. Y digo a este: “Ve”, y él va; digo al otro: “Ven”, y él viene; y digo a mi siervo: “Haz esto”, y él lo hace.
Cuando Jesús oyó esto, se maravilló de él y, dándose vuelta, dijo a la gente que lo seguía: — ¡Les digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe!
Cuando volvieron a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo.
Aconteció que, poco después, él fue a la ciudad que se llama Naín. Sus discípulos y una gran multitud lo acompañaban.
Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un muerto, el único hijo de su madre la cual era viuda. Bastante gente de la ciudad la acompañaba.
Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: — No llores.
Luego se acercó y tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces le dijo: — Joven, a ti te digo: ¡Levántate!
Entonces el que había muerto se sentó y comenzó a hablar. Y Jesús lo entregó a su madre.
El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios diciendo: — ¡Un gran profeta se ha levantado entre nosotros! ¡Dios ha visitado a su pueblo!
Y esto que se decía de él se difundió por toda Judea y por toda la tierra de alrededor.
A Juan le informaron sus discípulos acerca de todas estas cosas. Entonces Juan llamó a dos de sus discípulos
y los envió al Señor para preguntarle: “¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro?”.
Cuando los hombres vinieron a Jesús, le dijeron: — Juan el Bautista nos ha enviado a ti, diciendo: “¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro?”.
En aquella hora Jesús sanó a muchos de enfermedades, de plagas y de espíritus malos; y a muchos ciegos les dio la vista.
Y respondiendo, les dijo: — Vayan y hagan saber a Juan lo que han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son hechos limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres se les anuncia el evangelio.
Bienaventurado es el que no toma ofensa en mí.
Cuando se fueron los mensajeros de Juan, Jesús comenzó a hablar de Juan a las multitudes: — ¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido de ropa delicada? He aquí, los que llevan ropas lujosas y viven en placeres están en los palacios reales.
Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? ¡Sí, les digo, y más que profeta!
Este es aquel de quien está escrito: He aquí envío mi mensajero delante de tu rostro, quien preparará tu camino delante de ti.