Explicación, estudio y comentario bíblico de Lucas 7:22-42 verso por verso
Y respondiendo, les dijo: — Vayan y hagan saber a Juan lo que han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son hechos limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres se les anuncia el evangelio.
Bienaventurado es el que no toma ofensa en mí.
Cuando se fueron los mensajeros de Juan, Jesús comenzó a hablar de Juan a las multitudes: — ¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido de ropa delicada? He aquí, los que llevan ropas lujosas y viven en placeres están en los palacios reales.
Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? ¡Sí, les digo, y más que profeta!
Este es aquel de quien está escrito: He aquí envío mi mensajero delante de tu rostro, quien preparará tu camino delante de ti.
Les digo que entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan. Sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
Al oírle, todo el pueblo y los publicanos justificaron a Dios, siendo bautizados con el bautismo de Juan.
Pero los fariseos y los intérpretes de la ley rechazaron el propósito de Dios para ellos, no siendo bautizados por él.
— ¿A qué, pues, compararé a los hombres de esta generación? ¿A qué son semejantes?
Son semejantes a los muchachos que se sientan en la plaza y gritan los unos a los otros diciendo: “Les tocamos la flauta y no bailaron; entonamos canciones de duelo y no lloraron”.
Porque ha venido Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y dicen: “¡Demonio tiene!”.
Ha venido el Hijo del Hombre que come y bebe, y dicen: “¡He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores!”.
Pero la sabiduría es justificada por todos sus hijos.
Uno de los fariseos le pidió que comiera con él; y cuando entró en la casa del fariseo se sentó a la mesa.
Y he aquí, cuando supo que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, una mujer que era pecadora en la ciudad llevó un frasco de alabastro con perfume.
Y estando detrás de Jesús, a sus pies, llorando, comenzó a mojar los pies de él con sus lágrimas y los secaba con los cabellos de su cabeza. Y le besaba los pies y los ungía con el perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado a comer se dijo a sí mismo: — Si este fuera profeta conocería quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, porque es una pecadora.
Entonces, respondiendo Jesús le dijo: — Simón, tengo algo que decirte. Él dijo: — Di, Maestro.
— Cierto acreedor tenía dos deudores: Uno le debía quinientas monedas, y el otro solamente cincuenta monedas.
Como ellos no tenían con qué pagar perdonó a ambos. Entonces, ¿cuál de estos lo amará más?