Explicación, estudio y comentario bíblico de Marco 1:21-45 verso por verso
Entraron en Capernaúm. Y en seguida, entrando él en la sinagoga los sábados, enseñaba.
Y se asombraban de su enseñanza porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Y en ese momento un hombre con espíritu inmundo estaba en la sinagoga de ellos, y exclamó
diciendo: — ¿Qué tienes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido para destruirnos? Yo sé quién eres: ¡el Santo de Dios!
Jesús le reprendió diciendo: — ¡Cállate y sal de él!
Y el espíritu inmundo lo sacudió con violencia, clamó a gran voz y salió de él.
Todos se maravillaron, de modo que discutían entre sí diciendo: — ¿Qué es esto? ¡Una nueva doctrina con autoridad! Aun a los espíritus inmundos él manda, y lo obedecen.
Y pronto se extendió su fama por todas partes, en toda la región alrededor de Galilea.
En seguida, cuando salieron de la sinagoga, fueron con Jacobo y Juan a la casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y de inmediato le hablaron de ella.
Él se acercó a ella, la tomó de la mano y la levantó. Y le dejó la fiebre, y ella comenzó a servirles.
Al atardecer, cuando se puso el sol, le traían todos los enfermos y los endemoniados.
Toda la ciudad estaba reunida a la puerta.
Y él sanó a muchos que padecían de diversas enfermedades y echó fuera muchos demonios. Y no permitía a los demonios hablar, porque lo conocían.
Habiéndose levantado muy de madrugada, todavía de noche, Jesús salió y se fue a un lugar desierto y allí oraba.
Simón y sus compañeros fueron en busca de él.
Lo encontraron y le dijeron: — Todos te buscan.
Él les respondió: — Vamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que predique también allí porque para esto he venido.
Y fue predicando en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echando fuera los demonios.
Y vino a él un leproso implorándole, y de rodillas le dijo: — Si quieres, puedes limpiarme.
Jesús, movido a compasión, extendió la mano, lo tocó y le dijo: — Quiero; sé limpio.
Y al instante desapareció la lepra de él, y quedó limpio.
En seguida lo despidió, después de amonestarlo,
y le dijo: — Mira, no digas nada a nadie. Más bien ve, muéstrate al sacerdote y ofrece lo que mandó Moisés en cuanto a tu purificación, para testimonio a ellos.
Pero cuando salió, él comenzó a proclamar y a difundir mucho el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ninguna ciudad sino que se quedaba afuera en lugares despoblados. Y venían a él de todas partes.