Explicación, estudio y comentario bíblico de Marco 10:17-41 verso por verso
Cuando salía para continuar su camino, un hombre vino corriendo, se puso de rodillas delante de él y le preguntó: — Maestro bueno, ¿qué haré para obtener la vida eterna?
Pero Jesús le dijo: — ¿Por qué me llamas “bueno”? Ninguno es bueno, sino solo uno, Dios.
Tú conoces los mandamientos: No cometas homicidio, no cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre.
Pero él le dijo: — Maestro, todo esto he guardado desde mi juventud.
Entonces, al mirarlo Jesús, le amó y le dijo: — Una cosa te falta: Anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
Pero él, abatido por esta palabra, se fue triste porque tenía muchas posesiones.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: — ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
Los discípulos se asombraron por sus palabras; pero Jesús, respondiendo de nuevo, les dijo: — Hijitos, ¡cuán difícil es entrar en el reino de Dios!.
Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.
Pero ellos quedaron aun más atónitos diciendo entre sí: — ¿Y quién podrá ser salvo?
Entonces Jesús, mirándolos, les dijo: — Para los hombres es imposible pero no para Dios. Porque para Dios todas las cosas son posibles.
Pedro comenzó a decirle: — He aquí, nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido.
Jesús le dijo: — De cierto les digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o campos, por causa de mí y del evangelio,
que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y campos, con persecuciones; y en la edad venidera, la vida eterna.
Pero muchos primeros serán los últimos, y los últimos, primeros.
Iban por el camino subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante de ellos. Estaban asombrados, y los que lo seguían tenían miedo. Entonces, volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a declarar las cosas que le estaban por acontecer:
— He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles.
Se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán; y después de tres días resucitará.
Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a él y le dijeron: — Maestro, queremos que nos concedas lo que pidamos.
Él les dijo: — ¿Qué quieren que haga por ustedes?
Ellos dijeron: — Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
Entonces Jesús les dijo: — No saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
Ellos dijeron: — Podemos. Y Jesús les dijo: — Beberán la copa que yo bebo, y serán bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado.
Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es mío concederlo, sino que es para quienes está preparado.
Cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse con Jacobo y Juan.