Explicación, estudio y comentario bíblico de Marco 11:1-41 verso por verso
Cuando llegaron cerca de Jerusalén, junto a Betfagé y Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos
y les dijo: — Vayan a la aldea que está frente a ustedes y, cuando hayan entrado allí, en seguida hallarán atado un borriquillo sobre el cual ningún hombre ha montado. Desátenlo y tráiganlo.
Y si alguien les dice: “¿Por qué hacen eso?”, díganle: “El Señor lo necesita, y luego lo enviará aquí otra vez”.
Ellos fueron y hallaron el borriquillo atado a la puerta, afuera, en la esquina de dos calles, y lo desataron.
Algunos de los que estaban allí les dijeron: — ¿Qué hacen desatando al borriquillo?
Ellos les dijeron tal como Jesús les había dicho, y los dejaron ir.
Trajeron el borriquillo a Jesús y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él.
Muchos tendieron sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles.
Los que iban delante y los que lo seguían aclamaban: — ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!.
¡Bendito el reino venidero de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!
Entró Jesús en Jerusalén, en el templo, y habiendo mirado todo en derredor, como la hora ya era tarde, salió para Betania con los doce.
Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre.
Y viendo desde lejos una higuera que tenía hojas, se acercó para ver si hallaba en ella algo. Cuando fue a ella, no encontró nada más que hojas porque no era tiempo de higos.
Entonces Jesús dijo a la higuera: “¡Nunca jamás coma nadie de tu fruto!”. Y lo oyeron sus discípulos.
Llegaron a Jerusalén y Jesús entró en el templo. Y comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el templo. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas,
y no consentía que nadie cruzara por el templo llevando utensilio alguno.
Y enseñaba diciendo: “¿No está escrito que mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Pero ustedes la han hecho cueva de ladrones”.
Lo oyeron los principales sacerdotes y los escribas, y buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo pues todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina.
Y al llegar la noche Jesús y los suyos salieron de la ciudad.
Por la mañana, pasando por allí vieron que la higuera se había secado desde las raíces.
Entonces Pedro, acordándose, le dijo: — Rabí, he aquí la higuera que maldijiste se ha secado.
Respondiendo Jesús les dijo: — Tengan fe en Dios.
De cierto les digo que cualquiera que diga a este monte: “Quítate y arrójate al mar”, y que no dude en su corazón sino que crea que será hecho lo que dice, le será hecho.
Por esta razón les digo que todo por lo cual oran y piden, crean que lo han recibido y les será hecho.
Y cuando se pongan de pie para orar, si tienen algo contra alguien, perdónenlo para que su Padre que está en los cielos también les perdone a ustedes sus ofensas.
Volvieron a Jerusalén. Luego, mientras él andaba por el templo, vinieron a él los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos,
y le decían: — ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio la autoridad para hacer estas cosas?
Entonces Jesús les dijo: — Yo les haré una pregunta. Respóndanme, y yo les diré con qué autoridad hago estas cosas:
El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respóndanme.
Entonces ellos razonaban entre sí diciendo: — Si decimos “del cielo”, dirá: “¿Por qué, pues, no le creyeron?”.
Pero si decimos “de los hombres…”. Temían al pueblo, porque todos consideraban que verdaderamente Juan era profeta.
Entonces, respondiendo a Jesús, dijeron: — No sabemos. Y Jesús les dijo: — Tampoco yo les digo con qué autoridad hago estas cosas.