Explicación, estudio y comentario bíblico de Marco 12:18-37 verso por verso
Entonces vinieron a él unos saduceos, quienes dicen que no hay resurrección, y le preguntaron diciendo:
— Maestro, Moisés nos escribió que si el hermano de alguno muere y deja mujer y no deja hijos, su hermano tome la mujer y levante descendencia a su hermano.
Había siete hermanos. El primero tomó mujer, y murió sin dejar descendencia.
La tomó el segundo y murió sin dejar descendencia. El tercero, de la misma manera.
Así los siete no dejaron descendencia. Después de todos, murió también la mujer.
En la resurrección, cuando resuciten, puesto que los siete la tuvieron por mujer, ¿de cuál de ellos será mujer?
Entonces Jesús les dijo: — ¿No es por esto que están equivocados, porque no conocen las Escrituras ni tampoco el poder de Dios?
Porque cuando resuciten de entre los muertos no se casarán ni se darán en casamiento sino que son como los ángeles que están en los cielos.
Y con respecto a si resucitan los muertos, ¿no han leído en el libro de Moisés, cómo le habló Dios desde la zarza diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?.
Dios no es Dios de muertos sino de vivos. Ustedes se equivocan mucho.
Se le acercó uno de los escribas al oírlos discutir y, dándose cuenta de que Jesús había respondido bien, le preguntó: — ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?
Jesús le respondió: — El primero es: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor uno es.
Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.
El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos dos.
Entonces el escriba le dijo: — Bien, Maestro. Has dicho la verdad: Dios es uno, y no hay otro aparte de él,
y amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
Y viendo Jesús que había respondido sabiamente, le dijo: — No estás lejos del reino de Dios. Ya nadie se atrevía a hacerle más preguntas.
Mientras estaba enseñando en el templo, Jesús respondiendo decía: — ¿Cómo es que dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?
David mismo dijo mediante el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: “Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies”.
David mismo le llama “Señor”; ¿cómo es, pues, su hijo? Y la gran multitud lo escuchaba con gusto.