Explicación, estudio y comentario bíblico de Marco 14:18-41 verso por verso
y, cuando estaban sentados a la mesa comiendo, Jesús dijo: — De cierto les digo que uno de ustedes, el que come conmigo, me va a entregar.
Entonces comenzaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: — ¿Acaso seré yo?
Él les dijo: — Es uno de los doce, el que moja el pan conmigo en el plato.
A la verdad, el Hijo del Hombre va, tal como está escrito de él. Pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado el Hijo del Hombre! Bueno le fuera a aquel hombre no haber nacido.
Mientras ellos comían, Jesús tomó pan y lo bendijo; lo partió, les dio y dijo: — Tomen; esto es mi cuerpo.
Tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio y bebieron todos de ella.
Y él les dijo: — Esto es mi sangre del pacto, la cual es derramada a favor de muchos.
De cierto les digo que no beberé más del fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios.
Y después de cantar un himno, salieron al monte de los Olivos.
Entonces Jesús les dijo: — Todos se escandalizarán de mí; porque está escrito: Heriré al Pastor y serán dispersadas las ovejas.
Pero después de haber resucitado iré delante de ustedes a Galilea.
Entonces Pedro le dijo: — Aunque todos sean escandalizados, yo no.
Jesús le dijo: — De cierto te digo que hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, tú me negarás tres veces.
Pero él le decía con mayor insistencia: — Aunque me sea necesario morir contigo, jamás te negaré. También todos decían lo mismo.
Llegaron al lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: — Siéntense aquí mientras yo oro.
Tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse.
Y les dijo: — Mi alma está muy triste, hasta la muerte. Quédense aquí y velen.
Pasando un poco adelante, se postraba en tierra y oraba que de ser posible, pasase de él aquella hora.
Decía: — ¡Abba, Padre, todo es posible para ti! ¡Aparta de mí esta copa! Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
Volvió y los halló durmiendo, y le dijo a Pedro: — Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una sola hora?
Velen y oren, para que no entren en tentación. El espíritu, a la verdad, está dispuesto pero la carne es débil.
De nuevo se apartó y oró diciendo las mismas palabras.
Cuando vino otra vez, los halló durmiendo porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y no sabían qué responderle.
Volvió por tercera vez y les dijo: — ¿Todavía están durmiendo y descansando? Basta ya. La hora ha venido. He aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores.