Explicación, estudio y comentario bíblico de Marco 14:3-41 verso por verso
Estando él en Betania sentado a la mesa en casa de Simón el leproso, vino una mujer que tenía un frasco de alabastro con perfume de nardo puro de gran precio. Y quebrando el frasco de alabastro, lo derramó sobre la cabeza de Jesús.
Pero había allí algunos que se indignaron entre sí y dijeron: — ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume?
Porque podría haberse vendido este perfume por casi un año de salario y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella,
pero Jesús dijo: — Déjenla. ¿Por qué la molestan? Ella ha hecho una buena obra conmigo.
Porque siempre tienen a los pobres con ustedes, y cuando quieren les pueden hacer bien, pero a mí no siempre me tienen.
Ella ha hecho lo que podía, porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.
De cierto les digo que dondequiera que sea predicado este evangelio en todo el mundo, también lo que esta ha hecho será contado para memoria de ella.
Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo.
Ellos, al oírlo, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él buscaba cómo entregarlo en un momento oportuno.
El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la Pascua, sus discípulos le dijeron: — ¿Dónde quieres que vayamos y hagamos los preparativos para que comas la Pascua?
Él envió a dos de sus discípulos y les dijo: — Vayan a la ciudad, y les saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua. Síganlo
y, donde entre, digan al dueño de casa: “El Maestro dice: ‘¿Dónde está mi habitación donde he de comer la Pascua con mis discípulos?’”.
Y él les mostrará un gran aposento alto ya dispuesto y preparado. Preparen allí para nosotros.
Salieron sus discípulos, entraron en la ciudad, hallaron como les había dicho y prepararon la Pascua.
Al atardecer fue con los doce
y, cuando estaban sentados a la mesa comiendo, Jesús dijo: — De cierto les digo que uno de ustedes, el que come conmigo, me va a entregar.
Entonces comenzaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: — ¿Acaso seré yo?
Él les dijo: — Es uno de los doce, el que moja el pan conmigo en el plato.
A la verdad, el Hijo del Hombre va, tal como está escrito de él. Pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado el Hijo del Hombre! Bueno le fuera a aquel hombre no haber nacido.
Mientras ellos comían, Jesús tomó pan y lo bendijo; lo partió, les dio y dijo: — Tomen; esto es mi cuerpo.
Tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio y bebieron todos de ella.
Y él les dijo: — Esto es mi sangre del pacto, la cual es derramada a favor de muchos.
De cierto les digo que no beberé más del fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios.
Y después de cantar un himno, salieron al monte de los Olivos.
Entonces Jesús les dijo: — Todos se escandalizarán de mí; porque está escrito: Heriré al Pastor y serán dispersadas las ovejas.
Pero después de haber resucitado iré delante de ustedes a Galilea.
Entonces Pedro le dijo: — Aunque todos sean escandalizados, yo no.
Jesús le dijo: — De cierto te digo que hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, tú me negarás tres veces.
Pero él le decía con mayor insistencia: — Aunque me sea necesario morir contigo, jamás te negaré. También todos decían lo mismo.
Llegaron al lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: — Siéntense aquí mientras yo oro.
Tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse.
Y les dijo: — Mi alma está muy triste, hasta la muerte. Quédense aquí y velen.
Pasando un poco adelante, se postraba en tierra y oraba que de ser posible, pasase de él aquella hora.
Decía: — ¡Abba, Padre, todo es posible para ti! ¡Aparta de mí esta copa! Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
Volvió y los halló durmiendo, y le dijo a Pedro: — Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una sola hora?
Velen y oren, para que no entren en tentación. El espíritu, a la verdad, está dispuesto pero la carne es débil.
De nuevo se apartó y oró diciendo las mismas palabras.
Cuando vino otra vez, los halló durmiendo porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y no sabían qué responderle.
Volvió por tercera vez y les dijo: — ¿Todavía están durmiendo y descansando? Basta ya. La hora ha venido. He aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores.