Explicación, estudio y comentario bíblico de Marco 15:12-37 verso por verso
De nuevo intervino Pilato y les decía: — ¿Qué, pues, quieren que haga con el que llaman “el rey de los judíos”?
De nuevo gritaron: — ¡Crucifícalo!
Entonces Pilato les dijo: — Pues, ¿qué mal ha hecho? Pero lanzaron gritos aun más fuertes: — ¡Crucifícalo!
Entonces Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.
Entonces los soldados lo llevaron dentro del atrio, que es el Pretorio, y convocaron a toda la compañía.
Lo vistieron de púrpura y, habiendo entretejido una corona de espinas, se la pusieron
y comenzaron a aclamarle: — ¡Viva, rey de los judíos!
También le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y puestos de rodillas le rendían homenaje.
Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron su propia ropa. Entonces lo sacaron para crucificarle.
Obligaron a uno que pasaba viniendo del campo, a un cierto Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, a que cargara la cruz de Jesús.
Y lo llevaron al lugar llamado Gólgota, que traducido es lugar de la Calavera.
Le dieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó.
Y lo crucificaron, y repartieron sus vestidos echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno.
Eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron.
El título de su acusación estaba escrito: EL REY DE LOS JUDÍOS.
Y con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda.
Y los que pasaban lo insultaban, meneando sus cabezas y diciendo: — ¡Ah! Tú que derribas el templo y lo edificas en tres días,
¡sálvate a ti mismo y desciende de la cruz!
De igual manera, burlándose de él entre ellos mismos, los principales sacerdotes junto con los escribas decían: — A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar.
¡Que el Cristo, el rey de Israel, descienda ahora de la cruz para que veamos y creamos! También los que estaban crucificados con él lo injuriaban.
Cuando llegó el medio día, descendió oscuridad sobre toda la tierra hasta las tres de la tarde.
Y a las tres de la tarde Jesús exclamó a gran voz diciendo: — ¡Eloi, Eloi! ¿Lama sabactani? (que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?).
Al oírle, algunos de los que estaban allí decían: — He aquí, llama a Elías.
Corrió uno y empapó una esponja en vinagre, la puso en una caña y le dio a beber, diciendo: — Dejen, veamos si viene Elías a bajarle.
Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró.