Explicación, estudio y comentario bíblico de Marco 4:3-41 verso por verso
“¡Oigan! He aquí un sembrador salió a sembrar.
Y mientras sembraba, aconteció que parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la devoraron.
Otra parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra, y en seguida brotó porque la tierra no era profunda.
Y cuando salió el sol se quemó y, porque no tenía raíces, se secó.
Otra parte cayó entre los espinos. Y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto.
Y otras semillas cayeron en buena tierra, y creciendo y aumentando dieron fruto. Y llevaban fruto a treinta, sesenta y ciento por uno”.
Y decía: “El que tiene oído para oír, oiga”.
Cuando estuvo solo, los que estaban alrededor de él junto con los doce le preguntaban en cuanto a las parábolas.
Y él les decía: “A ustedes se les ha dado el misterio del reino de Dios; pero para los que están fuera, todas las cosas están en parábolas
para que viendo vean y no perciban, y oyendo oigan y no entiendan; de modo que no se conviertan y les sea perdonado”.
Luego les dijo: “¿No comprenden esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderán todas las parábolas?
El sembrador siembra la palabra.
Primero están estos que caen junto al camino donde se siembra la palabra. Y cuando la oyen, en seguida viene Satanás y quita la palabra que había sido sembrada en ellos.
También los que son sembrados en pedregales son aquellos que, cuando oyen la palabra, en seguida la reciben con gozo;
pero no tienen raíz en sí, sino que son de poca duración. Entonces, cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, en seguida tropiezan.
Y otros son los que son sembrados entre espinos. Ellos son los que oyen la palabra,
pero las preocupaciones de este mundo, el engaño de las riquezas y la codicia de otras cosas se entrometen y ahogan la palabra, y queda sin fruto.
Y aquellos que fueron sembrados en buena tierra son los que oyen la palabra, la reciben y producen fruto a treinta, a sesenta y a ciento por uno”.
También les dijo: “¿Acaso se trae una lámpara para que sea puesta debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es para que sea puesta sobre el candelero?
Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni nada escondido sino para que salga en claro.
Si alguno tiene oídos para oír, oiga”.
Les dijo también: “Consideren lo que oyen: Con la medida con que miden, ustedes serán medidos y les será añadido.
Porque al que tiene le será dado, y al que no tiene aun lo que tiene le será quitado”.
También decía: “Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra.
Él duerme de noche y se levanta de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.
Porque de por sí la tierra da fruto: primero el tallito, luego las espigas y después el grano lleno en la espiga.
Y cuando el fruto se ha producido, en seguida él mete la hoz porque la siega ha llegado”.
También decía: “¿A qué haremos semejante el reino de Dios? ¿Con qué parábola lo compararemos?
Es como un grano de mostaza que, cuando es sembrado en la tierra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra.
Pero una vez sembrado, crece y se convierte en la más grande de todas las hortalizas, y echa ramas muy grandes de modo que las aves del cielo pueden anidar bajo su sombra”.
Con muchas parábolas semejantes les hablaba la palabra conforme a lo que podían oír.
No les hablaba sin parábolas, pero en privado les explicaba todo a sus discípulos.
Aquel día, al anochecer, les dijo: — Pasemos al otro lado.
Y después de despedir a la multitud, lo recibieron tal como estaba, en la barca. Y había otras barcas con él.
Entonces se levantó una gran tempestad de viento que arrojaba las olas a la barca de modo que la barca ya se anegaba.
Y él estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal, pero lo despertaron diciendo: — ¡Maestro! ¿No te importa que perezcamos?
Y despertándose, reprendió al viento y dijo al mar: — ¡Calla! ¡Enmudece! Y el viento cesó y se hizo grande bonanza.
Y les dijo: — ¿Por qué están asustados? ¿Todavía no tienen fe?
Ellos temieron con gran temor; y se decían el uno al otro: — Entonces, ¿quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen?