Explicación, estudio y comentario bíblico de Marco 5:22-38 verso por verso
Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo. Cuando lo vio, se postró a sus pies
y le imploró mucho diciendo: — Mi hijita está agonizando. ¡Ven! Pon las manos sobre ella para que sea salva y viva.
Jesús fue con él. Y lo seguía una gran multitud, y lo apretujaban.
Había una mujer que sufría de hemorragia desde hacía doce años.
Había sufrido mucho de muchos médicos y había gastado todo lo que tenía, y de nada le había aprovechado; más bien, iba de mal en peor.
Cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás de él entre la multitud y tocó su manto
porque ella pensaba: “Si solo toco su manto, seré sanada”.
Al instante se secó la fuente de su sangre y sintió en su cuerpo que ya estaba sana de aquel azote.
De pronto, Jesús, reconociendo dentro de sí que había salido poder de él, volviéndose a la multitud dijo: — ¿Quién me ha tocado el manto?
Sus discípulos le dijeron: — Ves la multitud que te apretuja, y preguntas: “¿Quién me tocó?”.
Él miraba alrededor para ver a la que había hecho esto.
Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, fue y se postró delante de él y le dijo toda la verdad.
Él le dijo: — Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda sanada de tu azote.
Mientras él aún hablaba, vinieron de la casa del principal de la sinagoga diciendo: — Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestas más al Maestro?
Pero Jesús, sin hacer caso a esta palabra que se decía, dijo al principal de la sinagoga: — No temas; solo cree.
Y no permitió que nadie lo acompañara, sino Pedro, Jacobo y Juan, el hermano de Jacobo.
Llegaron a la casa del principal de la sinagoga, y él vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho.