Explicación, estudio y comentario bíblico de Mateo 14:14-40 verso por verso
Cuando Jesús salió, vio la gran multitud y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que entre ellos estaban enfermos.
Al atardecer, sus discípulos se acercaron a él y le dijeron: — El lugar es desierto, y la hora ya avanzada. Despide a la gente para que vayan a las aldeas y compren para sí algo de comer.
Pero Jesús les dijo: — No tienen necesidad de irse. Denles ustedes de comer.
Entonces ellos dijeron: — No tenemos aquí sino cinco panes y dos pescados.
Él les dijo: — Tráiganmelos acá.
Luego mandó que la gente se recostara sobre la hierba. Tomó los cinco panes y los dos pescados y, alzando los ojos al cielo, los bendijo. Después de partirlos, dio los panes a sus discípulos, y ellos a la gente.
Todos comieron y se saciaron, y se recogieron doce canastas llenas de lo que sobró de los pedazos.
Los que comieron eran como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Y en seguida Jesús obligó a sus discípulos a entrar en la barca e ir delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a las multitudes.
Una vez despedida la gente, subió al monte para orar a solas; y cuando llegó la noche, estaba allí solo.
La barca ya quedaba a gran distancia de la tierra, azotada por las olas, porque el viento era contrario.
Y a la madrugada, Jesús fue a ellos caminando sobre el mar.
Pero cuando los discípulos lo vieron caminando sobre el mar, se turbaron diciendo: — ¡Un fantasma! Y gritaron de miedo.
En seguida Jesús les habló diciendo: — ¡Tengan ánimo! ¡Yo soy! ¡No teman!
Entonces le respondió Pedro y dijo: — Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.
Y él dijo: — Ven. Pedro descendió de la barca y caminó sobre las aguas, y fue hacia Jesús.
Pero al ver el viento fuerte tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó diciendo: — ¡Señor, sálvame!
De inmediato Jesús extendió la mano, lo sostuvo y le dijo: — ¡Oh hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
Cuando ellos subieron a la barca, se calmó el viento.
Entonces los que estaban en la barca lo adoraron diciendo: — ¡Verdaderamente eres Hijo de Dios!
Cuando cruzaron a la otra orilla, llegaron a la tierra de Genesaret.
Y cuando los hombres de aquel lugar lo reconocieron, mandaron a decirlo por toda aquella región, y trajeron a él todos los que estaban enfermos.
Y le rogaban que solo pudieran tocar el borde de su manto, y todos los que lo tocaron quedaron sanos.