Explicación, estudio y comentario bíblico de Mateo 20:1-40 verso por verso
»Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, dueño de un campo, que salió al amanecer a contratar obreros para su viña.
Habiendo convenido con los obreros en un salario por día, los envió a su viña.
Salió también como a las nueve de la mañana y vio que otros estaban en la plaza desocupados,
y les dijo: “Vayan también ustedes a mi viña y les daré lo que sea justo”. Y ellos fueron.
Salió otra vez como al medio día y a las tres de la tarde, e hizo lo mismo.
También alrededor de las cinco de la tarde salió y halló que otros estaban allí, y les dijo: “¿Por qué están aquí todo el día desocupados?”.
Le dijeron: “Porque nadie nos ha contratado”. Les dijo: “Vayan también ustedes a la viña”.
»Al llegar la noche, dijo el señor de la viña a su mayordomo: “Llama a los obreros y págales el jornal. Comienza desde los últimos hasta los primeros”.
Entonces vinieron los que habían ido cerca de las cinco de la tarde y recibieron cada uno un salario.
Y cuando vinieron los primeros pensaron que recibirían más; pero ellos también recibieron el mismo salario cada uno.
Al recibirlo, murmuraban contra el dueño del campo,
diciendo: “Estos últimos trabajaron una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros que hemos soportado el peso y el calor del día”.
Pero él respondió y dijo a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No conviniste conmigo en un salario para el día?
Toma lo que es tuyo y vete. Pero quiero darle a este último como a ti.
¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes envidia porque soy bueno?”.
Así, los últimos serán primeros, y los primeros últimos.
Mientras Jesús subía a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte y les dijo en el camino:
— He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte.
Lo entregarán a los gentiles para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; pero al tercer día resucitará.
Entonces se acercó a él la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo.
Él le dijo: — ¿Qué deseas? Ella le dijo: — Ordena que en tu reino estos dos hijos míos se sienten el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
Entonces respondiendo Jesús dijo: — No saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que yo he de beber? Ellos le dijeron: — Podemos.
Les dijo: — A la verdad, beberán de mi copa; pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es mío concederlo, sino que es para quienes lo ha preparado mi Padre.
Cuando los diez oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos.
Entonces Jesús los llamó y les dijo: — Saben que los gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y los que son grandes ejercen autoridad sobre ellos.
Entre ustedes no será así. Más bien, cualquiera que anhele ser grande entre ustedes será su servidor;
y el que anhele ser el primero entre ustedes, será su siervo.
De la misma manera, el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
Saliendo ellos de Jericó, lo siguió una gran multitud.
Y he aquí dos ciegos estaban sentados junto al camino y, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron diciendo: — ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
La gente los reprendía para que se callaran, pero ellos gritaron aún más fuerte diciendo: — ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
Jesús se detuvo, los llamó y les dijo: — ¿Qué quieren que les haga?
Le dijeron: — Señor, que sean abiertos nuestros ojos.
Entonces Jesús, conmovido dentro de sí, les tocó los ojos; y de inmediato recobraron la vista y lo siguieron.