Explicación, estudio y comentario bíblico de Mateo 26:3-40 verso por verso
Entonces los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del sumo sacerdote, que se llamaba Caifás,
y consultaron entre sí para prender a Jesús por engaño y matarlo.
Pero decían: “No lo hagamos en la fiesta, para que no se haga alboroto en el pueblo”.
Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso,
vino a él una mujer trayendo un frasco de alabastro con perfume de gran precio y lo derramó sobre la cabeza de Jesús mientras estaba sentado a la mesa.
Al verlo, sus discípulos se indignaron y dijeron: — ¿Para qué este desperdicio?
Porque esto podría haberse vendido a un gran precio y haberse dado a los pobres.
Como Jesús se dio cuenta, les dijo: — ¿Por qué molestan a la mujer? Pues ha hecho una buena obra conmigo.
Porque siempre tienen a los pobres con ustedes, pero a mí no siempre me tienen.
Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, ella lo hizo para prepararme para la sepultura.
De cierto les digo que dondequiera que este evangelio sea predicado en todo el mundo, también será contado lo que esta mujer ha hecho, para memoria de ella.
Entonces, uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes
y les dijo: — ¿Qué me quieren dar? Y yo se los entregaré. Ellos le asignaron treinta piezas de plata;
y desde entonces él buscaba la oportunidad para entregarlo.
El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, los discípulos se acercaron a Jesús diciendo: — ¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer la Pascua?
Él dijo: — Vayan a la ciudad, a cierto hombre, y díganle: “El Maestro dice: ‘Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos’ ”.
Los discípulos hicieron como Jesús les mandó y prepararon la Pascua.
Al atardecer, él estaba sentado a la mesa con los doce
y, mientras comían, dijo: — De cierto les digo que uno de ustedes me va a entregar.
Entristecidos en gran manera, comenzaron a preguntarle uno por uno: — ¿Acaso seré yo, Señor?
Entonces respondiendo él dijo: — El que mete la mano conmigo en el plato, este me entregará.
A la verdad, el Hijo del Hombre va, tal como está escrito de él. Pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado el Hijo del Hombre! Bueno le fuera a aquel hombre no haber nacido.
Y respondiendo Judas, el que le entregaba, dijo: — ¿Acaso seré yo, Maestro? Le dijo: — Tú lo has dicho.
Mientras ellos comían, Jesús tomó pan y lo bendijo; lo partió y lo dio a sus discípulos, y dijo: — Tomen; coman. Esto es mi cuerpo.
Tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio diciendo: — Beban de ella todos;
porque esto es mi sangre del pacto, la cual es derramada para el perdón de pecados para muchos.
Pero les digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba nuevo con ustedes en el reino de mi Padre.
Y después de cantar un himno, salieron al monte de los Olivos.
Entonces Jesús les dijo: — Todos ustedes se escandalizarán de mí esta noche, porque está escrito: Heriré al Pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas.
Pero después de haber resucitado, iré delante de ustedes a Galilea.
Respondiéndole Pedro dijo: — Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré.
Jesús le dijo: — De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, tú me negarás tres veces.
Pedro le dijo: — Aunque me sea necesario morir contigo, jamás te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.
Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a los discípulos: — Siéntense aquí, hasta que yo vaya allá y ore.
Tomó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a entristecerse y a angustiarse.
Entonces les dijo: — Mi alma está muy triste, hasta la muerte. Quédense aquí y velen conmigo.
Pasando un poco más adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: — Padre mío, de ser posible, pase de mí esta copa. Pero, no sea como yo quiero, sino como tú.
Volvió a sus discípulos y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: — ¿Así que no han podido velar ni una sola hora conmigo?