Explicación, estudio y comentario bíblico de Mateo 8:1-16 verso por verso
Cuando descendió del monte, lo siguió mucha gente.
Y he aquí vino un leproso y se postró ante él diciendo: — ¡Señor, si quieres, puedes limpiarme!
Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: — Quiero. ¡Sé limpio! Y al instante quedó limpio de la lepra.
Entonces Jesús le dijo: — Mira, no lo digas a nadie; pero ve, muéstrate al sacerdote y ofrece la ofrenda que mandó Moisés, para testimonio a ellos.
Cuando Jesús entró en Capernaúm, vino a él un centurión y le rogó
diciendo: — Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, y sufre terribles dolores.
Y le dijo: — Yo iré y lo sanaré.
Respondió el centurión y dijo: — Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo. Solamente di la palabra y mi criado será sanado.
Porque yo también soy un hombre bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando. Si digo a este: “Ve”, él va; si digo al otro: “Ven”, él viene; y si digo a mi siervo: “Haz esto”, él lo hace.
Cuando Jesús oyó esto, se maravilló y dijo a los que lo seguían: — De cierto les digo que no he hallado tanta fe en ninguno en Israel.
Y les digo que muchos vendrán del oriente y del occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos,
pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera. Allí habrá llanto y crujir de dientes.
Entonces Jesús le dijo al centurión: — Ve, y como creíste te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella hora.
Entró Jesús en la casa de Pedro, y vio que la suegra de este estaba postrada en cama con fiebre.
Él le tocó la mano, y la fiebre la dejó. Luego ella se levantó y comenzó a servirle.
Al atardecer, trajeron a él muchos endemoniados. Con su palabra echó fuera a los espíritus y sanó a todos los enfermos,