Dios nos poda cada día. Y cuanto más vivo, más me doy cuenta de que la principal forma en que lo hace es en el ámbito de las relaciones humanas.

Le pido que pueda amar más, entonces pone en mi camino a personas que me hacen querer destilar hasta la última gota de odio, egoísmo e indiferencia.

Le pido más alegría, me pone en contacto con personas que me entristecen y me deprimen ferozmente.

Pido paz, pone en mi camino a personas que hacen de las pequeñas cosas de la vida una gran tribulación.

Le pido paciencia, me hace vivir con gente insoportable.

Pido amabilidad y me junta con gente necia, grosera y arrogante.

Pido bondad, me hace conocer a los malvados que prosperan y se alegran.

Le pido fidelidad, me permite convivir con quienes provocan mis instintos más pecaminosos y egoístas.

Yo pido dulzura, él pone en mi camino gente explosiva y pendenciera.

Le pido autocontrol, me hace vivir situaciones que me impulsan a dejar que el viejo impulsivo tome las riendas de la vida.

Me detengo, suspiro, oro, leo y trato de superar ese momento, porque cada segundo es suficiente con su propio mal. El siguiente segundo vendrá, y muchas veces ganaré. Muchas veces perderé. Pero es en la ecuación entre pérdidas y ganancias donde me poda.

Pódame, Señor, para que me convierta en alguien que, después de ser perfeccionado, lleve amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y autocontrol a mi prójimo, al bueno y al malo. Todavía estoy lejos, muy lejos de esto, inmerso en este océano de imperfección que soy, pero sigo en el viaje.

Hermano mío, hermana mía, da gracias a Dios por las peores personas que se cruzan en tu camino. Porque son la mayor bendición que podrías recibir en el proceso de hacerte cada día más diferente de ellos y más parecido al único que es totalmente perfecto: Jesús de Nazaret.

Maurício Zágari