La idea de que ser un hombre con mayúsculas, varonil, macho, significa ser un bruto intrépido, que eructa fuerte, vive en el gimnasio levantando peso y habla como un neandertal es tan cierta como decir que ser cristiano significa llevar falda larga, no afeitarse la pierna, llevar el pelo hasta la cintura y ser homófobo: estereotipos tontos que sólo entorpecen nuestra relación con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos. Ser un hombre de verdad, a la luz de la Biblia, no tiene absolutamente nada que ver con ser un ogro palabrero, que valora los músculos por encima de la sabiduría y la paz. 

Ser un hombre de verdad, a la luz de la Biblia, es tener postura y carácter y tratar a tu prójimo como te gustaría ser tratado. Es saber reconocer los errores, arrepentirse y pedir perdón. Es buscar la justicia con amor, promover la verdad con dulzura y fomentar la conciliación con paciencia. 

Ser un macho a la luz de la Biblia es ser macho como Jesús. 

Jesús es nuestro ejemplo para todo, incluida la virilidad. Trataba a los niños con dulzura, a las mujeres con dignidad, a los amigos con amor, a los enemigos con intercesión y perdón. 

El concepto de masculinidad bíblica parece haberse perdido y asimilado a tonterías extrabíblicas. Se asocia mucho la masculinidad - ¡en las iglesias! - al discurso hiriente e incisivo, a la mirada agresiva y pesada, al puño levantado y al duro pisotón. 

Pero la firmeza no es esto. 

Es posible, y deseable, ser firme diciendo "mira los lirios del campo", "ama a tus enemigos" y "no devuelvas mal por mal".

Aquí viene alguien y dice: "¿Pero qué pasa con el episodio de los vendedores ambulantes en el templo?", como si ese episodio fuera suficiente para anular todo lo que dijo Jesús sobre cómo tiene que actuar y comportarse la humanidad. No entienden que la divinidad de Cristo le da prerrogativas que los seres humanos no tienen, que Dios puede matar y enfadarse, pero que si el hombre mata, incumple uno de los diez mandamientos, y si alimenta la ira y la pone en práctica, practica una obra de la carne y peca. Toman un episodio sin ver la teología que hay detrás, sin analizar los principios bíblicos del evangelio, sin considerar la hermenéutica bíblica, distorsionando la naturaleza del Príncipe de la paz y el conjunto de sus enseñanzas. Y piensan que el episodio de los vendedores ambulantes es suficiente para convertir a Jesús en un ser que apoya la violencia, la agresividad y la brutalidad. Qué triste visión de lo que es la hombría de Jesús.

Ser macho como Jesús no es vivir en la ira, sino en el amor. No hay que ser huraño, sino alegre. No es vivir para buscar pelea, sino para pacificar. No es ser explosivo, sino paciente. No es ser altivo y mal encarado, sino amable y gentil. No es ser fiel a un canon machista, sino fiel a la Escritura. No hay que ser pendenciero, sino amable y humilde de corazón. No es ser impulsivo, sino tener autocontrol y no reaccionar por ira.

Mientras asociemos la masculinidad con el comportamiento de los luchadores de la UFC, los brutos y los guerreros en los campos de batalla, seremos cualquier cosa menos el hombre macho que Dios creó para ser. Sólo seremos tristes sombras de la verdadera naturaleza de Cristo, que no nos enseñó a ser burdos machos cabríos, sino santos corderos de paz.

Paz a todos los que están en Cristo,
Maurício Zágari