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La sabiduría llama en las calles; da su voz en las plazas.
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Proclama sobre las murallas, en las entradas de las puertas de la ciudad pronuncia sus dichos:
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“¿Hasta cuándo, oh ingenuos, amarán la ingenuidad? ¿Hasta cuándo los burladores desearán el burlarse y los necios aborrecerán el conocimiento?
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¡Vuélvanse ante mi reprensión! ¡He aquí, yo les manifestaré mi espíritu y les haré saber mis palabras!
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“Pero, por cuanto llamé y se resistieron; extendí mis manos y no hubo quien escuchara
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(más bien, desecharon todo consejo mío y no quisieron mi reprensión),
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