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Los tesoros de impiedad no son de provecho, pero la justicia libra de la muerte.
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El SEÑOR no deja padecer hambre al justo, pero impide que se sacie el apetito de los impíos.
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La mano negligente empobrece, pero la mano de los diligentes enriquece.
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El que recoge en el verano es un hijo sensato; pero el que duerme en el tiempo de la siega es un hijo que avergüenza.
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Bendiciones vendrán sobre la cabeza del justo, pero la boca de los impíos encubre la violencia.
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La memoria del justo será bendita, pero el nombre de los impíos se pudrirá.
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El sabio de corazón aceptará los mandamientos, pero el de labios insensatos será arruinado.
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El que camina en integridad anda confiado, pero el que pervierte sus caminos será descubierto.
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El que guiña el ojo causa tristeza, pero el que abiertamente reprende hace la paz.
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Fuente de vida es la boca del justo, pero la boca de los impíos encubre la violencia.
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El odio despierta contiendas, pero el amor cubre todas las faltas.
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En los labios del entendido se halla sabiduría, pero la vara es para las espaldas del falto de entendimiento.
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Los sabios atesoran el conocimiento, pero la boca del insensato es calamidad cercana.
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Las riquezas del rico son su ciudad fortificada, y la calamidad de los necesitados es su pobreza.
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La obra del justo es para vida, pero el logro del impío es para pecado.
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El que guarda la disciplina está en el camino de la vida, pero el que descuida la reprensión hace errar.
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El que aplaca el odio es de labios justos, pero el que suscita la calumnia es necio.
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En las muchas palabras no falta pecado, pero el que refrena sus labios es prudente.
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Plata escogida es la lengua del justo, pero el corazón de los impíos no vale nada.