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Los tesoros de impiedad no son de provecho, pero la justicia libra de la muerte.
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El SEÑOR no deja padecer hambre al justo, pero impide que se sacie el apetito de los impíos.
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La mano negligente empobrece, pero la mano de los diligentes enriquece.
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El que recoge en el verano es un hijo sensato; pero el que duerme en el tiempo de la siega es un hijo que avergüenza.
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