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El primero que aboga por su causa parece ser justo, pero viene su prójimo y lo pone a prueba.
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El echar suertes pone fin a los pleitos y decide entre los poderosos.
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El hermano ofendido resiste más que una ciudad fortificada; y las contiendas, más que los cerrojos de un castillo.
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Del fruto de la boca del hombre se saciará su estómago; él se satisfará con el producto de sus labios.
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