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No mires el vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa, cuando entra suavemente.
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Al fin muerde como serpiente y envenena como víbora.
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Tus ojos mirarán cosas extrañas y tu corazón hablará perversidades.
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Serás como el que yace en medio del mar o como el que yace en la punta de un mástil.
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Dirás: “Me golpearon, pero no me dolió; me azotaron, pero no lo sentí. Cuando me despierte, lo volveré a buscar”.
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