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Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos; guarda la iniciativa y la prudencia,
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y serán vida para tu alma y gracia para tu cuello.
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Entonces andarás confiadamente por tu camino y tu pie no tropezará.
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Cuando te acuestes no tendrás temor; más bien, te acostarás y tu sueño será dulce.
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No tendrás temor del espanto repentino ni de la ruina de los impíos, cuando llegue,
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porque el SEÑOR será tu confianza y él guardará tu pie de caer en la trampa.
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No niegues un bien a quien es debido, teniendo poder para hacerlo.
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No digas a tu prójimo: “Anda y vuelve; mañana te lo daré”, cuando tienes contigo qué darle.
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No trames mal contra tu prójimo, estando él confiado en ti.
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No pleitees con alguno sin razón, si es que no te ha hecho agravio.
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No envidies al hombre violento ni escojas ninguno de sus caminos;
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porque el SEÑOR abomina al perverso, pero su íntima comunión es con los rectos.
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La maldición del SEÑOR está en la casa del impío, pero él bendice la morada de los justos.
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Ciertamente él se burlará de los que se burlan, pero a los humildes concederá gracia.