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Dos cosas te he pedido; no me las niegues antes que muera:
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Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí, y no me des pobreza ni riqueza. Solo dame mi pan cotidiano;
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no sea que me sacie y te niegue o diga: “¿Quién es el SEÑOR?”. No sea que me empobrezca y robe, y profane el nombre de mi Dios.
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No difames al siervo ante su señor; no sea que te maldiga, y seas hallado culpable.
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Hay generación que maldice a su padre y no bendice a su madre.
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Hay generación limpia en su propia opinión, a pesar de que no ha sido lavada de su inmundicia.
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Hay generación cuyos ojos son altivos y cuya vista es altanera.
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Hay generación cuyos dientes son espadas y cuyas mandíbulas son cuchillos, para devorar a los pobres de la tierra y a los necesitados de entre los hombres.
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La sanguijuela tiene dos hijas: Dame y Dame.
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Tres cosas hay que nunca se sacian, y la cuarta nunca dice: “¡Basta!”. El Seol, la matriz estéril, la tierra que no se sacia de agua y el fuego que jamás dice: “¡Basta!”.
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Al ojo que se burla de su padre y menosprecia el obedecer a su madre, sáquenlo los cuervos de la quebrada, y tráguenlo los polluelos del águila.
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Tres cosas me son misteriosas, y tampoco comprendo la cuarta:
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el rastro del águila en el aire, el rastro de la serpiente sobre la peña, el rastro del barco en el corazón del mar y el rastro del hombre en la joven.
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La mujer adúltera procede así: Come, limpia su boca y dice: “No he hecho ninguna iniquidad”.