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Telas hace y las vende; entrega cintas al mercader.
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Fuerza y honor son su vestidura, y se ríe de lo porvenir.
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Su boca abre con sabiduría, y la ley de la misericordia está en su lengua.
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Considera la marcha de su casa y no come pan de ociosidad.
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Se levantan sus hijos y le llaman: “Bienaventurada”. Y su marido también la alaba:
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“Muchas mujeres han hecho el bien, pero tú sobrepasas a todas”.
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Engañosa es la gracia y vana es la hermosura; la mujer que teme al SEÑOR, ella será alabada.
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¡Denle del fruto de sus manos, y en las puertas de la ciudad alábenla sus hechos!
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