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Sea bendito tu manantial y alégrate con la mujer de tu juventud,
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como una preciosa cierva o una graciosa gacela. Sus pechos te satisfagan en todo tiempo y en su amor recréate siempre.
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¿Por qué, hijo mío, andarás apasionado por una mujer ajena y abrazarás el seno de una extraña?
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