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El hombre depravado, el hombre inicuo, anda en la perversidad de boca,
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guiña los ojos, hace señas con sus pies e indica con sus dedos.
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Perversidades hay en su corazón; en todo tiempo anda pensando el mal, provocando discordia.
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Por eso, su calamidad vendrá de repente; súbitamente será quebrantado, y no habrá remedio.
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Seis cosas aborrece el SEÑOR, y aun siete abomina su alma:
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Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos que derraman sangre inocente,
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el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies que se apresuran a correr al mal,
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el testigo falso que respira calumnias y el que provoca discordia entre los hermanos.
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Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre y no abandones la instrucción de tu madre.
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