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Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre y no abandones la instrucción de tu madre.
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Átalos siempre a tu corazón y enlázalos en tu cuello.
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Te guiarán cuando camines; te guardarán cuando te acuestes y hablarán contigo cuando te despiertes.
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Porque el mandamiento es antorcha y la instrucción es luz. Y las reprensiones de la disciplina son camino de vida.
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Te guardarán de la mala mujer, de la suavidad de lengua de la extraña.
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En tu corazón no codicies su hermosura ni te prenda ella con sus ojos;
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