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¿Acaso no llama la sabiduría y alza su voz el entendimiento?
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Sobre los lugares prominentes junto al camino, en las encrucijadas de las rutas se pone de pie.
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Junto a las puertas, ante la ciudad, en el acceso a las entradas da voces:
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“¡Oh hombres, a ustedes llamo! Mi voz se dirige a los hijos del hombre.
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Entiendan, ingenuos, la sagacidad; y ustedes, necios, dispongan el corazón.
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Escuchen, porque hablaré cosas excelentes y abriré mis labios para decir cosas rectas.
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Porque mi boca hablará la verdad y mis labios abominan la impiedad.
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Justas son todas las palabras de mi boca; no hay en ellas cosa torcida ni perversa.
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Todas ellas son correctas al que entiende, y rectas a los que han hallado el conocimiento.
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