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No había hecho aún la tierra ni los campos ni la totalidad del polvo del mundo.
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Cuando formó los cielos allí estaba yo; cuando trazó el horizonte sobre la faz del océano,
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cuando afirmó las nubes arriba, cuando reforzó las fuentes del océano,
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cuando dio al mar sus límites y a las aguas ordenó que no traspasasen su mandato. Cuando establecía los cimientos de la tierra,
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con él estaba yo, como un artífice maestro. Yo era su delicia todos los días y me regocijaba en su presencia en todo tiempo.
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